Muchas veces cuando visitamos en varias ocasiones una determinada localidad, solemos recorrer los mismos lugares sin llegar a descubrir otros que son especialmente interesantes. Así nos ha ocurrido en Calatayud, donde en un reciente viaje con el Dr. Berthod “descubrimos” la plaza del Olivo, junto al arco de San Miguel, que reúne una serie de atractivos sobre los que nos hemos interesado posteriormente.
Allí nos encontramos con la fachada de
un pequeño templo, en la que nada menos que tres placas nos cuentan la evolución
del mismo. En la situada sobre la puerta se indica que, en ese lugar, se encontraba
la casa en la que nació, el 16 de mayo de 1559, el venerable fray Domingo de
Jesús Ruzola.
Este ilustre bilbilitano, del que se conserva
en el Musée d’Arte et d’Histoire de Ginebra, este magnífico retrato, obra del
taller de Rubens, llegó a ser General de la Orden del Carmen. Pero, también,
desempeñó destacados cometidos diplomáticos al servicio del Papado. Como legado
de Gregorio XV tuvo un relevante papel en la victoria obtenida por las armas católicas
frente a las tropas protestantes en la llamada batalla de la Montaña Blanca (1620)
y Urbano VIII lo envió para mediar en el conflicto por la sucesión del ducado de
Mantua, falleciendo en Viena, en el transcurso de esta misión (1630). Intervino
también en el proceso de canonización de Santa Teresa y en puesta en marcha de la
Congregación para la Propagación de la Fe.
En 1670, el Ayuntamiento de Calatayud edificó sobre el solar
de la casa en la que había nacido un templo dedicado a la Virgen del Buen
Parto, como recuerda otra placa. El lienzo titular de su retablo representa a
una Virgen amamantando al venerable fray Domingo de Jesús. A la izquierda del lienzo
se encuentran Santa Catalina de Alejandría, San José y un santo carmelita
obispo arrodillado (con la mitra delante). A la derecha encontramos, junto con
el venerable, a un ángel, a San Lorenzo con la parrilla en la mano y revestido
de capa pluvial y a otro santo que no hemos identificado.
Otra placa recuerda que, en 1986, la familia
Sagasta Azpeitia cedió el oratorio a la Hermandad de San Pascual Bailón y, por
ese motivo el Santo aparece en la hornacina situada sobre la puerta de acceso.
San Pascual, nacido en la localidad de
Torrehermosa, profesó como religioso franciscano alcantarino en el convento de
Orito, falleciendo en el de Villarreal. Canonizado en 1690 sus restos se
veneraban en la llamada capilla real de un complejo formado por el "Templo
Votivo Eucarístico Internacional", erigido en basílica menor por San Juan
Pablo II, la Real Capilla y el convento de religiosas clarisas. Lamentablemente,
todo ello fue incendiado por milicianos republicanos durante la guerra civil.
Algunos restos del cuerpo de Santo pudieron ser rescatados de las cenizas por
algunos vecinos y parte de ellos han vuelto a la reconstruida capilla real, reinaugurada
por D. Juan Carlos I aunque aún no está completamente terminada.
San Pascual es el Patrón de todas la obras
y asociaciones relacionadas con la Eucaristía, como la Adoración Nocturna o los
Congresos Eucarísticos, y también de las cocineras.
Pero San Pascual es también el Patrón
del gremio de sogueros de Calatayud que hoy pervive en la hermandad que lo tiene
como titular y con cuya imagen, en una peana enramada, recorren las calles de
la ciudad en su fiesta, bailándola al son de la música, mientras se lanzan caramelos
y monedas.
En Calatayud, como en
Borja, el cultivo del cáñamo tuvo una enorme importancia, ya que en torno al
mismo proliferaron los talleres de sogas y alpargatas. Pero, a diferencia de Borja,
el cáñamo de las tierras del Jalón se utilizaba también para fabricar las
jarcias de los grandes veleros, que eran muy apreciadas. Solían proveer de ella
a la Armada y a los buques mercantes. Hemos documentado la compra de ciertas
partidas con ocasión de las grandes empresas navales de la Monarquía.
Frente al oratorio, fue instalado en
2007 este bonito monumento en bronce, “homenaje a los sogueros bilbilitanos”,
obra del escultor local Luis Moreno Cutando, del que por cierto ha desaparecido
la soga que tenía inicialmente, como puede apreciarse comparando nuestra fotografía
y otra anterior.
El bajorrelieve nos ha parecido sumamente
interesante ya que están muy bien representados los diversos instrumentos del
oficio, como lo que en Borja se llama “grama” y “gramaera” en otros lugares, y
la mena o banco de hilar. También se ve al fondo a una persona con la espadilla
limpiando la garba contra el “espadaor”.
No pudimos ver el pequeño museo que
tiene la hermandad junto al oratorio en el que, probablemente, se conserven alguno
de estos instrumentos que el Centro de Estudios Borjanos ha guardado también, a
pesar de la enorme falta de espacio que tenemos en nuestras instalaciones,
siendo preciso recurrir a la buena voluntad de algunas personas para
almacenarlos.
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