Hasta hace unos años, la cripta de Santa María era un espacio completamente desconocido, pues su acceso por la capilla de la Virgen del Rosario estaba cubierto por la tarima. De ahí, que las imágenes que fueron publicadas en la obra de Bressel, Marco y Lomba, Borja. Arquitectura y evolución urbana, constituyeran una revelación.
No obstante, aparecía como un espacio
lóbrego en el que estaban enterrados los canónigos de la antigua colegiata. En
la pared podía leerse: “Hæc dicit Dominus Deus ossibus his: Ecce ego
intromittam in vos spiritum, et vivetis” (Ezequiel XXXVII, 5) (Así dice el Señor
Dios a estos huesos: Voy a hacer entrar el espíritu en vosotros y viviréis”.
Al otro lado, estaba grabada una tosca
inscripción que pudimos fotografiar, antes de que desapareciera, en la que se
decía: “Aquí yacen cinco cadáveres de religiosos capuchinos que se hallaron
enteros en los sepulcros de su convento de esta ciudad en noviembre de 1812 que
se trasladaron los huesos de todos a este panteón, por haber derruido aquel
convento las tropas”.
Como puede apreciarse, el estado general del recinto era muy malo y el fresco o boceto existente en el espacio más elevado, situado bajo el trasagrario, apenas era visible.
Pero, todo experimentó un cambio
radical cuando, por iniciativa del párroco D. Florencio Garcés, el
Ayuntamiento, presidido por D. Luis María Garriga, acometió su completa
restauración, siendo inauguradas las obras, en 2006, por el Sr. Obispo D.
Demetrio Fernández.
Actualmente es uno de los lugares más
interesantes de la colegiata, perfectamente iluminado y decorado con diversas
obras de Arte, entre las que destaca el paso de la Muerte, del Entierro de
Cristo, que preside el corredor del que fueron retirados los restos de los
canónigos y de los capuchinos, que reposan ahora en el carnerario central.
Dos lápidas recuerdan la fundación de
la cripta en 1692, para sepultura de los canónigos y a los capuchinos antes
mencionados, pero cuyos nombres no conocemos.
En el espacio más amplio, se colocó un
altar (que aparece en la foto de la inauguración), presido por un Crucifijo en
el expositor que perteneció a la antigua iglesia del convento de dominicos.
También puede verse el fresco que representa a San Miguel pesando las almas en
el momento del juicio.
San Miguel también está representando
en uno de los lienzos que ocupan los espacios antes dedicados a sepulturas, en
uno de los cuales se conserva el Cristo Crucificado que desfila en la procesión
del Jueves Santo.
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