Junto al Panteón de Hombres Ilustres, al que nos hemos estado refiriendo en días pasados, se encuentra la Real Basílica de Atocha, de la que el panteón iba a formar parte inseparable, si no se hubiera frustrado el proyecto concebido en tiempos de la reina María Cristina.
En ese lugar se ha venido venerando,
desde hace siglos, una imagen románica de la Virgen, asociada a numerosos
milagros anteriores, incluso, a la reconquista de Madrid. En su origen había
una pequeña ermita que fue engrandecida por los monarcas, que siempre consideraron
a esta advocación mariana como especial protectora. Fue Carlos V quien mandó
construir un gran templo y, asociado al mismo, un convento de dominicos, cuya
comunidad era la encargada del santuario que, Felipe III, colocó bajo patronato
real.
La Guerra de la Independencia y la
posterior Desamortización que trajo la expulsión de la comunidad dominica terminaron
por deteriorar el templo y el convento, que habían sido convertidos en
parroquia castrense y cuartel de inválidos, respectivamente. Sin embargo, el
Papa Pío IX le confirió el rango de basílica menor en 1863.
Ante el estado del edificio, la reina
María Cristina, mandó derribarlo en 1888, para construir un complejo que
incluiría una nueva basílica, con un Panteón de Hombres Ilustres en el
claustro, junto con un nuevo convento. El proyecto fue encargado al arquitecto
Fernando Arbós Tremanti.
De aquel proyecto sólo llegó a
edificarse el claustro y el airoso campanil de inspiración italiana que quedó
aislado. Ante la paralización de las obras, los dominicos pidieron a Alfonso
XIII, en 1924, autorización para reedificar iglesia y convento, lo que llevaron
a cabo con un proyecto completamente diferentes al original, encargado al
arquitecto Emilio Antón Hernández. A comienzos de la Guerra Civil, el 20 de
julio de 1936, el templo fue incendiado, perdiéndose todas las obras de su
exorno, salvo la imagen de la Virgen de Atocha, que había sido ocultada por una
familia, con grave riesgo para su vida.
Fue, en 1951, cuando se inauguró el
templo que pudimos visitar en nuestra reciente visita a Madrid, en el que las
únicas imágenes que se veneran son la mencionada Virgen de Atocha, en la cabecera,
y el milagroso Santo Niño de Atocha, a los pies de la nave, aunque se trata de
una reproducción de la imagen original. También, una talla de Santo Domingo de
Guzmán, junto a la pila bautismal.
Comoquiera que el acceso principal al
templo se encontraba cerrado por obras, entramos por el claustro del convento,
impecablemente cuidado.
Allí encontramos una placa en bronce,
dedicada a fray Bartolomé de las Casas (1484?-1566), que murió en este convento
y está sepultado allí. Fue colocada en 1966, con ocasión del IV centenario de
su fallecimiento y, en ella, puede leerse: “En este convento murió y está
sepultado el obispo Don fray Bartolomé de las Casas O.P. “Apóstol de los indios
y singular defensor de la dignidad humana” (Benedicto XV). 1566-1966”.
Otra placa recuerda a los cinco
miembros de la comunidad que fueron asesinados en 1936: fray Luis Furones
Furones (20-7-1936); fray Jacinto García Riesco (20-7-1936); fray José López
Tascón (25-7-1936); fray Félix Alonso Muñiz (24-11-1936); y fray Isabelino
Carmona Fernández (7-11-1936).
Terminamos con una referencia a la
histórica vinculación de la basílica con los monarcas españoles. Es tradición
que las Reinas entreguen el ramo de novia a la Virgen de Atocha y a ella le son
presentados sus primogénitos. Así lo hicieron SS. MM. D. Felipe y Dª. Letizia
tras su boda en la catedral de la Almudena y D. Felipe con la Princesa de
Asturias.
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