El Viernes Santo no hay celebración eucarística y, para que los fieles puedan comulgar ese día, tras la Misa del Jueves Santo, se reserva el Santísimo en el llamado “monumento”, situado en una capilla lateral. Era, al mismo tiempo, una expresión de exaltación a la Eucaristía, especialmente impulsada desde el concilio de Trento, por lo que los monumentos eran decorados con gusto y profusión de luces y flores.
De los siete que, antaño, hubo en nuestra ciudad, permitiendo a los fieles un recorrido que recordaba a las estaciones romanas, sólo han quedado tres, tras los cambios litúrgicos y la desacralización de varios templos.
Al recorrerlos, nos ha llamado la
atención los cambios operados en su diseño, así como la fragilidad de nuestra
memoria, dado que, por un momento, pensamos que la ubicación del de Santa María,
en la capilla de nuestra Patrona, era una novedad.
Sin embargo, no era así, como lo demuestran
las imágenes que conservábamos del año pasado, la cual ofrecemos junto con el
anterior monumento en la capilla de Sagrado Corazón, cuando ya su espectacularidad
se había visto considerablemente reducida.
Quizás, lo más llamativo este año era ese gran lienzo rojo que cubría la imagen del Santo Cristo de la Parroquia y que nos recordó alguna de las obras de Christo Vladimirov Javacheff.
Pero es el monumento de la iglesia de
la Concepción el que mayores y curiosos cambios ha experimentado. Ciñéndonos a
los años más recientes, recordamos la colocación del arca, sobre una hermosa
consola rococó, como se hacía antes, pero en el altar mayor, algo inusual tras
las reformas litúrgicas.
El año pasado lo vimos en la capilla de Santa Beatriz de
Silva, con una urna procedente del convento de concepcionistas de Calamocha. Comoquiera
que ese convento estaba dedicado a San Miguel, la imagen del arcángel remataba
la urna, de peculiar diseño, que estaba situada sobre un pedestal en forma de
estípite, flanqueado por dos ángeles luciferarios.
Este año nos ha sorprendido ver que, en
lugar de la urna procedente de Calamocha, había una mucho más sencilla, con la
particularidad de que las puertas estaban abiertas y, tras otra de cristal,
podía verse el copón con la Eucaristía, algo inusual y que recordaba una
exposición menor propia de otros momentos.
El que siguió con el mismo diseño de
años anteriores es el de la iglesia del convento de Santa Clara, donde estuvimos
en el momento en el que llegó hasta allí la procesión de los Pasos y entró
nuestro párroco, acompañado por representantes de todas las cofradías.
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