En 1990, cuando se realizaban obras de consolidación en la capilla de la Virgen del Pilar, dentro de la iglesia de San Bartolomé, fue encontrada en su subsuelo una pieza arqueológica que, cuando iba a ser enviada a la escombrera, fue recogida por D. Serafín Lacleta quien, durante muchos años, la conservó en un huerto de su propiedad.
Tras percatarnos
de su importancia, D. Serafín no dudo en donarla al Centro de Estudios Borjanos,
para su exhibición en el Museo Arqueológico de Borja, un gesto digno de ser
recordado.
El Centro de Estudios Borjanos financió
los trabajos de limpieza y consolidación de esta excepcional pieza, llevados a
cabo por la conservadora restauradora de Bienes Culturales, Dª Beatriz Coll
Salamó, en el propio museo.
Del estudio de
esta pieza se encargó el Dr. D. Isidro Aguilera Aragón, actual Director del
Museo de Zaragoza, publicando un importante trabajo en la revista Cuadernos
de Estudios Borjanos.
El hallazgo encontró
amplio eco en los medios de comunicación, tras dar noticia de ello en nuestro
blog, dado que como resaltó el Dr. Aguilera “es un ejemplar único en Aragón”,
dado que los escasos restos de este tipo encontrados. De hecho, desde el punto
de vista estilístico sólo encontró una pieza similar en la alcazaba de Mérida.
El capitel,
realizado en alabastro gris, es muy grande y está decorado con ocho hojas de
acanto. Al estar tallado por todas sus caras, viene a poner de manifiesto que
estaba colocado sobre una columna exenta, por lo que es muy probable que
perteneciera a una iglesia de tres naves, algo realmente llamativo. Y es ahí, donde
surge el principal enigma relacionado con esta singular pieza arqueológica.
Comoquiera que
Borja no era sede episcopal, un templo de esas dimensiones sólo podía estar relacionado
con la existencia de un cenobio, lo que gozaba de gran tradición en el mundo
hispano visigodo.
Pero, lo más
curioso es que, abundado en esa hipótesis, el Dr. Aguilera lo relacionó con las
enigmáticas noticias que algunos historiadores árabes dan sobre Borja a la que,
rn época omeya, calificaban como al-dayr, palabra utilizada para
designar a un monasterio, generalmente cristiano.
Es posible, por
lo tanto, que existiera ese monasterio, con la suficiente importancia como para
poner de manifiesto la existencia de unas elites capaces de mantenerlo. Y eso
abre nuevos interrogantes.
El hallazgo del capitel en San Bartolomé abre la posibilidad de que allí estuviera ubicado ese antiguo cenobio, porque ¿Quién había llevado a ese lugar un capitel tan pesado? De ahí, la necesidad de realizar unas excavaciones arqueológicas que, hasta el momento no se han llevado a cabo.
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