sábado, 31 de mayo de 2025

Venta de títulos nobiliarios en el siglo XVIII

 

         Las dificultades económicas por las que atravesó la monarquía en el siglo XVIII para hacer frente a los requerimientos que se le formulaban o para allegar fondos, hizo que se recurriera a la venta de títulos nobiliarios.

         En el caso de conventos y monasterios el procedimiento utilizado no deja de ser curioso. Ante una petición de ayuda económica, se les podía autorizar a la venta de uno o varios títulos, que les facilitaban en blanco, enajenándolos al mejor postor que encontraban, en muchos casos a residentes en tierras americanas.

 

         Francisco Andújar Castillo y María del Mar Felices de la Fuente, en un artículo publicado en Chronica Nova (33, 2007), con el título “Nobleza y venalidad: el mercado eclesiástico de venta de títulos nobiliarios en el siglo XVIII” estudian esta cuestión y, en ese trabajo hemos encontrado el caso del convento de Nuestra Señora del Carmen de Sádaba.

         Este convento de carmelitas calzados, había sido fundado en 1603, por iniciativa del concejo de la villa. Pero, durante la Guerra de Sucesión el convento fue demolido por el conde de Sopat, para evitar que cayera en manos de las tropas austracistas, que se habían hecho fuertes en Ejea de los Caballeros.

         Al final de la guerra, los frailes, que no tenían donde alojarse, se dirigieron a Felipe V, para que les ayudara en su reconstrucción, a la que también colaboraron con sus limosnas los vecinos de Sádaba.

         Fue entonces, cuando el rey les concedió dos títulos de Castilla para que pudieran venderlos, como así hicieron. Uno de ellos lo adquirió, por la suma de 22.000 ducados D. Luis Francisco Cruz Mesía, un comerciante que era regidor perpetuo de Almería, al que se le dio a elegir entre titularse conde o marqués.

 

         Eligió el de marqués de Dos Fuentes, denominación tomada de una finca que tenía su suegro, D. Pablo Berbel, el marjal de Dos Fuentes, en el término municipal de Tabernas (Almería).

 

         En la posesión de dicho título se sucedieron cuatro personas, siendo la última D. Antonio García-Serón y Leonés, fallecido en 1855 sin descendencia, quedando vacante. Pero, en 1910, fue rehabilitado por Alfonso XIII en la persona de D. Fernando de Antón del Olmet y López, que no tenía ningún vínculo familiar con los anteriores marqueses. Era un diplomático que fue embajador en China y un escritor que intentó, sin conseguirlo, ser nombrado académico de la Real Academia Española.

 

         El otro título vendido por el convento de Sádaba fue adquirido por D. Lorenzo López Porras, que escogió el nombre de marqués de Villalópez. Es curioso que, en el momento de la concesión, se le menciona como caballero de Santiago, aunque hay información sobre que su pretensión de obtener un hábito había sido desestimada anteriormente. Posiblemente, lo consiguió más tarde.

         Era un abogado que había ejercido como “abogado de pobres”. En la Biblioteca Provincial de Huesca se conserva un manuscrito suyo, con el título Alphabetum juris civilis, que puede ser consultado en red, en la Biblioteca Virtual de Aragón.

         Había sido encargado del asiento del pan y la cebada de la tropa de los Reales Sitios y del ganado de las Reales Caballerizas, pero, además, había efectuado préstamos a la Corona por un importe de dos millones de reales. Sabemos también que fue el primer representante en Madrid, donde residía de la Real Compañía de Comercio y Fábricas de Zaragoza.

 

         No hemos podido establecer la sucesión en el título de sus primeros poseedores que debió quedar vacante hasta que, en 1983, fue rehabilitado en la persona de D. Ricardo Benedí Mir, barón de Santa Olalla, siendo expedida carta de sucesión, en 1994, a favor de Ricardo Benedi Royo, actual poseedor.

         Hasta aquí los títulos vendidos por el convento de Sádaba, que no fueron los únicos en Aragón, pues el monasterio de San Victorián dispuso de tres, cuatro el monasterio de Sant Engracia en Zaragoza y uno el de San Juan de la Peña, a los que podemos hacer referencia otro día.


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