Estos días, con ocasión del fallecimiento del Papa Francisco y del lugar elegido para que reposaran sus restos, los medios de comunicación se han hecho eco de que, en la catedral de Jaén, se encuentran los del Papa San Pío I.
Están en una
urna, en el altar de la capilla de San Eufrasio, levantada en honor al primer
obispo de la Diócesis. Llegaron a Jaén en el siglo XVIII, como regalo del
entonces Papa Pío VI al Obispo de Jaén, D. Agustín Rubín de Ceballos,
Inquisidor General, miembro del Consejo de Carlos III y uno de sus albaceas
testamentarios.
San Pío I fue
el décimo Papa de la Iglesia, sucediendo al Papa Aniceto. Su pontificado se
extendió entre los años 140 y 155 y tuvo que hacer frente a diversas herejías
que surgieron en su época. No se conocen demasiados datos de su vida, pero,
según la tradición fue martirizado, por lo que recibió culto desde época
inmemorial.
Lo llamativo es
que, como ya dimos a conocer en este blog, muy cerca de Borja se conservan los
restos de otro Papa. En este caso, se trata del Papa San Eusebio, cuyos restos
se conservan en una urna situada en el presbiterio de la iglesia de la Merced
de Tarazona, perfectamente identificados.
San Eusebio era
de origen griego y había sido médico, antes de ser elegido Obispo de Roma. Fue
el último Papa antes de la promulgación del edicto de tolerancia y su
pontificado fue muy corto, poco más de cuatro meses del año 309.
Tuvo que sufrir
la persecución de Majencio, que lo desterró a Sicilia, donde murió el 17 de
agosto de ese año. Aunque no fue mártir, en sentido estricto, fue considerado
como tal, en atención a las penalidades sufridas a causa del destierro. Su
fiesta canónica se celebra ahora el 17 de agosto, la fecha del inicio de dicho
destierro.
Sus restos
fueron llevados a Roma y sepultados en una cripta especial de las catacumbas de
San Calixto. La tumba no se conserva allí, lo que aboga la tradición de que sus
reliquias fueron traídas a Tarazona por el P. Juan del Horno y Antillón en
1621. Este religioso había sido Procurador General de la Orden de la Merced y
se retiró al convento que la Orden tenía en Tarazona.
A diferencia de
lo que ocurre en Jaén, donde San Pío I es objeto de veneración por el cabildo
de su catedral, no parece que el cuerpo de San Eusebio reciba la misma atención
en Tarazona.







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