Bajo
el presbiterio de la colegiata de Santa María existe una espaciosa cripta,
construida en el siglo XVII para enterramiento de los miembros de su cabildo.
En la actualidad se accede a ella por la capilla del Corazón de María, aunque
en su origen la entrada se efectuaba por unas escaleras situadas frente al
altar mayor, como ha podido constatarse a través de las trazas, anteriores a la
reforma neoclásica, que serán dadas a conocer en la documentada obra de Javier
Martínez Molina que publicaremos próximamente.
En
uno de los extremos de esa cripta se encuentra una capilla, en la que se
conserva una interesante pintura del arcángel San Miguel, pesando en su balanza
las almas de los difuntos. Bajo ella, se dispusieron, con ocasión de la última
restauración, dos lápidas, una de las cuales hace referencia a la fundación de
la cripta.
En
la otra se indica que “en noviembre de 1812 fueron trasladados a este panteón
los restos de cinco religiosos capuchinos, encontrados en los sepulcros de su
convento de Borja, tras el saqueo sufrido durante la Guerra de la Independencia”.
Este
convento que, en la actualidad, alberga al Hospital Sancti Spiritus, se
encuentra en las afueras de la población y, durante la guerra citada, fue
transformado en fuerte por los franceses, siendo el último reducto que se
rindió, en 1812, tras una heroica defensa por parte de una reducida guarnición
francesa. Una vez en poder de los españoles, continuó desempeñando un cometido
militar durante varias etapas del siglo XIX. Su iglesia había quedado arruinada
pero, entre las antiguas tumbas se encontraron los cadáveres semimomificados de
algunos religiosos, que fueron los trasladados a Santa María y vueltos a sepultar
en uno de los nichos del panteón del cabildo.
En el yeso que enlucía
el cerramiento se grabó esta tosca inscripción que pudimos fotografiar, antes
de que desapareciera, en la que se decía: “Aquí yacen cinco cadáveres de
religiosos capuchinos que se hallaron enteros en los sepulcros de su convento
de esta ciudad en noviembre de 1812 que se trasladaron los huesos de todos a
este panteón, por haber derruido aquel convento las tropas”. Ahora, los restos de estos capuchinos, cuyos
nombres no conocemos, se encuentran en el carnerario situado bajo el corredor
central de la cripta, cuya boca se puede apreciar en la primera fotografía de
este artículo.
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