lunes, 15 de diciembre de 2014

Labores agrícolas de antaño


            El cambio operado en el mundo rural durante los últimos años ha provocado que muchos jóvenes desconozcan muchas de las labores que se realizaban en él y que, para los de más edad, constituían algo habitual. Hoy queremos recordarlas con algunas fotografías conservadas en nuestro archivo, procedentes de Añón, Borja y Mallén, que no constituyen un reportaje exhaustivo, pero que pueden servir para recordar un mundo ya perdido.

            La primera de ellas, relativamente reciente, corresponde a la faena de labrar olivos con el arado tradicional, un instrumento que hunde sus raíces en la antigüedad clásica. Sujeto por el timón (la pieza de madera larga) al collerón del macho, mientras que el agricultor sostiene la esteva de madera unida al timón por una pieza metálica que se llamaba cama. La uña es la parte clavada en la tierra que, en este caso es metálica, aunque se conservan otros que todavía la tenían de madera. 




            Luego llegaron los arados de vertedera y, más tarde, el brabant o “brabán” como se le llamaba aquí, originario de Bélgica, que tenía una doble vertedera instalada en una pieza con ruedas, denominada áncora. Su capacidad de laboreo era mucho mayor pero requería un tiro más potente, tres o cuatro animales como vemos en estas fotografías de Mallén. 





            En cualquier caso, los animales de labor constituían un elemento del paisaje urbano ya que eran encerrados en cuadras situadas en la planta baja de las viviendas, lo que les confería un aroma peculiar. El fiemo que producían se utilizaba para abonar los campos. 



            En cada localidad era necesario disponer de abrevaderos, como este de Añón, donde también se tomaba el agua para las casas. En Borja los había en varios lugares, pero también acudían a las fuentes públicas, lo que las convertía en un lugar de encuentro para los mozos que los llevaban y las mozas que allí llenaban sus cántaros y botijos.



            La llegada del tractor fue acabando con ellos. Los primeros tenían ruedas metálicas y, hasta hace no muchos años, se conservó en Borja uno de ellos abandonado. Los que aparecen en la fotografía son de Mallén y son llamativas sus matrículas, de Sevilla (SE) y Lérida (L), como se denominaba entonces. 




            Se segaba a mano, con la hoz en la mano derecha y la zoqueta en los dedos de la izquierda, ayudándose con el verduguillo a atar los haces de mies. 




            Luego se llevaban a las eras para trillarlos, siendo habitual que cada familia dispusiera de la suya. Allí se apilaban en fajinas, de donde se tomaban poco a poco, extendiendo la parva sobre la que pasaba el trillo, en sentido contrario a las agujas del reloj. Los había de pedernales, los más antiguos, o con cuchillas de hierro, aunque los que aparecen en estas dos fotos son de rodillos, un modelo más evolucionado. 




            Para separar el trigo de la paja, había que aventarlo con una pala de madera, aprovechando el viento. Todavía, antes de recoger el trigo, se cernía para eliminar las últimas impurezas y, después, con la ayuda de capazos, se introducía en los sacos o talegas. En la fotografía inferior, entre los pies de la persona situada a la derecha, se ve como un cajón de madera que es una medida de grano, posiblemente una media hanega.



            El proceso se simplificó con la introducción de las aventadoras, el instrumento que aparece en esta otra imagen, en cuyo interior había un rotos de palas de madera, movidas a mano, que ayudaba a la separación del trigo y de las que el Centro de Estudios Borjanos conserva un ejemplar, al igual que otros instrumentos relacionados con estas labores. 




            La aparición de las trilladoras representó un avance considerable. Inicialmente eran movidas por los propios motores de los tractores, antes de que la corriente eléctrica llegara a las eras, como puede verse en la fotografía superior. En la segunda se ve la salida del grano por un lado y, por el otro, el tubo que proyectaba la paja a un gran montón. 



            Desde allí era transportada a los pajares de cada casa en los carros, en los que se disponían unos cañizos en la parte superior para aumentar su capacidad. El paso de los carros por las calles empedradas era una constante a lo largo del verano, con la secuela de la paja que iban arrojando sobre la calzada. 



            Uno de los cultivos tradicionales de nuestra zona es el olivo, en cuya recolección han intervenido siempre hombres y mujeres. Los primeros eran los encargados de varear la planta, vistiendo esos curiosos camisones de lona y ayudados por los camajustes, que eran esas escaleras con banco. Las mujeres recogían las olivas en las mantas que se disponían en torno al árbol y que no aparecen en la imagen que, en realidad, es un posado de toda la cuadrilla con el propietario del campo. 




            La uva es otro de los pilares de la economía agraria de Borja. Hasta que existieron las cooperativas (y después también) el vino se elaboraba en las bodegas de cada agricultor. Traemos aquí dos fotografías realizadas en 1970 por los hermanos Sánchez Millán para nuestro Centro. La primera es muy conocida pues incluso se puede ver en el museo de la D. O. “Campo de Borja”. La segunda en la que se muestra el interior de una de estas bodegas, se pueden ver junto a los toneles, varios fustes de columnas, un fragmento de una piedra para elaborar chocolate y unas bolas procedentes del castillo, pues en estos lugares se almacenaban aquellos elementos que despertaban la curiosidad de su propietario.



            Terminamos este recorrido con la fotografía de esta señora desgranando panizo (maíz) en la calle. Esta tarea solía realizarse también en el interior de las casas, reuniendo a mayores y jóvenes, en las tardes de invierno, al calor de la lumbre, siendo ocasión para animadas tertulias.

2 comentarios:

  1. Estupendo artículo, formativo para los jóvenes, y testimonial para los adultos.

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  2. MAGNIFICAS IMÁGENES HISTÓRICAS, DE LAS QUE HE VIVIDO DURANTE MUCHO TIEMPO DESDE EL AÑO 1960 AL AÑO 1975

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