Mosen
Pepe y sus congregantes. Es el sacerdote situado a la izquierda de la bandera
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Para
muchos de los borjanos actuales, el nombre de D. José María Pereda Matud, “Mosen
Pepe”, no significa nada, especialmente después de que le fuera retirada la
calle que tenía dedicada. Sin embargo, durante la primera mitad del siglo XX
fue una de ls figuras más carismáticas de nuestra ciudad, hasta el punto de que
su entierro, en 1948, fue una de las mayores manifestaciones de duelo que se
recuerdan.
Nacido
en Borja el 10 de diciembre de 1874, era hijo del Maestro de Capilla de Santa
María D. Manuel Pereda Ruiz y hermano de D. Ángel Pereda Matud que sustituyó a
su padre en el mismo cargo.
Cursó
sus estudios en el Seminario de Tarazona, donde fue ordenado sacerdote el 22 de
diciembre de 1899 por el obispo de la diócesis D. Juan Soldevila y Romero, asesinado
más tarde en Zaragoza, siendo cardenal.
Destinado
como coadjutor a la parroquia de Buñuel, poco después fue trasladado a Borja
como capellán de la cárcel y del hospital. Con el humor que siempre le
caracterizó, comunicó a sus amistades su nuevo destino: “Si en algo puedo servirle, ya sabe Ud… en el hospital o en la cárcel
de Borja”.
En
1903, fue nombrado Vice-Director de la Congregación de María Inmaculada y San
Luis Gonzaga a la que consagró toda su vida. La congregación que había sido
erigida canónicamente en 1867 por el P. Guberna S. J. no había llegado a
cuajar, entre otras razones por los cambios políticos que sucedieron a la
revolución de 1868 y fue, en ese año de 1903, cuando otro gran jesuita, el
beato Pablo Bori Puig, decidió refundarla, escogiendo, como Vice-Director, a Mosen Pepe el cual le sucedería al frente de
la congregación cuando el beato Pablo Bori dejó Veruela.
Mosen
Pepe fue el fundador de la Congregación Menor de San Estanislao de Kostka en
1919, haciendo de ambas instituciones el eje de la formación de varias
generaciones de borjanos.
Prototipo
de sacerdote consagrado a las labores apostólicas, supo inculcar a sus jóvenes las
tres grandes pasiones de su vida: el amor a la Virgen, el amor a la
Congregación y el amor a Borja. Fue un hombre consagrado a la oración y a la
acción. El primero en acudir cada día a Santa María, donde ocupó una plaza de
coadjutor en 1918 y, posteriormente, de beneficiado. Generoso y desprendido,
siempre estuvo dispuesto a ayudar a los que lo necesitaron con sus escasos
recursos económicos y, sobre todo, con su consejo y apoyo. Pasaba largas horas
en el confesionario y, durante muchos años, mantuvo un intercambio epistolar con
aquellos congregantes que habían abandonado la ciudad.
El
cariño que sentía por su ciudad natal le impulsó a renunciar a otras
oportunidades que le brindaron. Por su extraordinaria voz de barítono y por su
relación con su amigo D. Basilio Paraiso, el propio Ministro de Gracia y
Justicia, le ofreció una importante canonjía que no quiso aceptar, aduciendo “Soy
feliz en Borja y me debo a mi ciudad y a su juventud”.
Titular
del artículo que le fue dedicado en el Programa de las Fiestas de Mayo de 1950
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En
sus últimos años, se vio afectado por las limitaciones físicas de una grave
parálisis, lo que no le impidió continuar con su intenso apostolado, hasta su
fallecimiento el 3 de febrero de 1948.
El
15 de abril de ese mismo año, sus congregantes le dedicaron un sentido
homenaje, para el que D. Federico Bordejé remitió una emotiva carta, cuyo
original se conserva en el archivo de nuestro Centro.
En febrero de 1949, la Casa del Congregante volvió a ser
escenario de una nueva velada en su recuerdo. En ella intervinieron el nuevo
Director de la Congregación, D. Eusebio Martínez; D. Agustín Sierra Pomares; D.
Jesús Bona; D. Alfredo Rodrigo; D. Gerardo Mendiri y D. Jaime Aguilera. Cerró
el acto el Alcalde de Borja D. Jesús Pellicer y, tras la actuación del coro de
la congregación, bajo la dirección de D. Ramón Borobia, todos los asistentes se
trasladaron a la calle de las Pelinas que, por acuerdo plenario, fue dedicada a
la memoria de “Mosen Pepe”.
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