Entre
la nutrida colección de grabados que se conservan en una biblioteca borjana que
estamos inventariando, se encuentra el que hoy reproducimos en el que puede
verse a un joven luchando con un oso, en el curso de un río, mientras desde la
orilla lo observan una desconsolada mujer y dos hombres. Al pie del mismo
aparece escrito: “Estampa que representa el inaudito esfuerzo de Dionisio
Sánchez en la lid que tubo con un formidable oso el 6 de Septiembre en la presa
del río Curuelo, a 21 leguas de la Ciudad de Leon, de que dio noticia la Gaceta
de 24 de noviembre de 1801.
Sus
dimensiones son de 19 x 12 cm y hemos constatado que se conserva otro en la
Biblioteca Nacional. Comoquiera que hace referencia a un hecho curioso, del que
según se hace constar se hizo eco la Gaceta de Madrid, hemos buscado ese número
de 24 de noviembre de 1801 y, efectivamente, en él se inserta una crónica,
remitida desde León y datada el 8 de noviembre, dos días después del suceso
que, por su interés, reproducimos:
“Hallándose
el 6 de septiembre por la mañana Dionisio Sánchez, jornalero y vecino de
Villacelama, cerca del río Curueño, a dos leguas y media de esta ciudad, y no
lejos del monasterio de San Bernardo de Sandoval, oyó dos tiros de cazadors, y
al mismo tiempo avistó en un bosquezuelo cercano un animal negro, que creyó ser
un lobo. Dirigióse a él con ánimo de echarlo hacia los cazadores; pero al
entrar en el bosque, se encaró con un oso, que precipitadamente se encaraba a
él. Para librarse de su furor se tiró a una presa del río en que había vara y
media de hondo: y como sabía nadar, se metió debajo del agua. El oso se arrojó
tras él, y cogiéndole de los brazos, lo iba a sacar a la orilla; el animoso
Sánchez hizo hincapié, lidio a brazo partido con la fiera, y al fin de un cuarto
de hora pudo tirarla de espaldas en el agua; pero al caer lo despidió con tal
violencia, que fue a parar a más de dos varas. Levantóse el oso, volvió a coger
al hombre y siguió la lucha cinco cuartos de hora, cayendo debajo unas veces el
hombre y otras el bruto: y siempre que éste quedaba debajo, arrojaba a su
enemigo con increíble pujanza. Al cabo de este tiempo, viéndose Sánchez sin
medio alguno de salvar la vida, pues además de estar casi desnudo, no tenía
palo, ni navaja, ni más armas que sus manos, y considerando que si salía del
agua, lo seguía y despedazaba el oso, y en ella no podía permanecer por lo muy
rendido que se hallaba, se aprovechó del instante en que abría la boca para
morderle en la cabeza, y metiendo por ella el brazo izquierdo, le agarró la
lengua, y haciendo fuerza con la mano derecha sobre el pecho, lo fue llevando
hacia atrás hasta lo más hondo de la presa, y allí pudo meterlo debajo del
agua; aflojó entonces el oso, y el intrépido Dionisio le introdujo la mano
hasta las fauces, y lo tuvo así sujeto hasta que se ahogó. Sacóse después a
tierra; tenía 9 palmos de largo, y pesaba diez arrobas. Hizo muchas y grandes
heridas a su competidor en los brazos, especialmente en el que metió en la
boca, y le dio muchos manotazos en todo el cuerpo, con particularidad en los
hombros; pero nunca pudo herirle en la cabeza, ni con las dos manos a un
tiempo, por el tino y la serenidad con que el esforzado Sánchez le jugaba las
acciones. Hubo varios testigos del valeroso hecho, entre ellos los dos cazadores
y la afligida mujer de Dionisio, que no cesó durante todo el trance de clamar
socorro para su marido con gemidos y lamentos. Un cuarto de hora después toda
la comunidad de Sandoval y todo el lugar de Villaverde vieron al oso muerto y
al hombre herido. Es de advertir que nunca se había visto oso montesino en este
país.”
Es
evidente que la hazaña del bravo Dionisio causó admiración en aquellos lugares
y a ella se refieren también algunas publicaciones recientes como el libro Osos
y otras fieras en el pasado de Asturias, de Juan Pablo Torrente, editada por la
Fundación “Oso de Asturias”, en la que se reproduce también este grabado, a
partir del conservado en la Biblioteca Nacional y donde se apunta la
posibilidad de que este oso de 1,80 metros y más de 100 kilos de peso,
procediera de las montañas vecinas, de las que habría descendido por la cuenca
del río Porma.
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