En
2011, el Centro de Estudios Borjanos publicó una edición facsimilar de la
relación de actos organizados en nuestra ciudad, con motivo de la proclamación
de Luis I, en 1724.
Ahora,
podemos dar noticia del hallazgo de otra importante obra, de la que teníamos
noticia pero que nunca habíamos podido ver. Se trata de la Oración Fúnebre
pronunciada en la colegiata de Santa María en la exequias celebradas por el
alma del rey Carlos III, en 1789.
El
autor de la oración fúnebre fue el agustino recoleto Fray Justo de la
Concepción, que era hijo del Secretario del Ayuntamiento borjano D. Julián
Vélez y Gómez. Este religioso había sido Lector de Artes en el convento de esta
ciudad y, en junio de 1788, celebró un acto de conclusiones públicas, del que
se editó su texto, financiado por el ayuntamiento, a petición de su padre. El
24 de ese mismo mes había recibido el encargo de predicar la cuaresma del año
siguiente, siendo por lo tanto un hombre de reconocido prestigio como orador.
No
es de extrañar, por lo tanto, que cuando
en enero de 1789 se recibió la orden del nuevo monarca “para que se ejecuten
las honras y funerales acostumbrados” el Ayuntamiento le encomendara la
predicación en ese importante acto para cuya organización se revisaron los
antecedentes obrantes en el archivo, que no eran muchos.
Tras
diversas dilaciones, el funeral pudo celebrarse en febrero, con asistencia de
todas las cofradías que se dieron cita en la Casa Consistorial, para acompañar
a la corporación municipal hasta la colegiata.
Curiosamente,
el 12 de febrero, el Ayuntamiento se reunió con urgencia con motivo de haber
sido distribuidas en diversos lugares, entre ellos el convento de la
Concepción, una composición poética, en décimas, en la que se vertían graves
ofensas contra el predicador, contra los miembros del Ayuntamiento, contra el
Rey e incluso contra el Reino de España.
Aunque
no se pudo hallar al autor de los
versos, se decidió publicar el texto del sermón, “para paliar los efectos que
pudiesen tener entre el público”. Así se hizo, encargando la edición a la
imprenta de Aznar, en Madrid, corriendo con los gastos el propio Ayuntamiento
que, en sesión celebrada el 18 de diciembre de 1789, decidió entregar 12
ejemplares a cada miembro de la corporación, incluidos el Secretario, al
Mayordomo y al predicador. El resto fue archivado para su distribución entre
las personas que se considerara oportuno.
Uno
de estos ejemplares es el que, ahora, hemos localizado. Consta de 36 páginas en
cuarto y el texto constituye un canto a las excelencias del rey fallecido, así
como a los sufrimientos padecidos tras la muerte de su hermano Fernando VI, que
le había precedido en el trono. Termina pidiendo al Señor, “Rey de Reyes, que
lleva las riendas de los imperios, que guíe al nuevo Príncipe (Carlos IV) por
los caminos de la Verdad y la Justicia, mientras recibe las oraciones que se
elevan por su padre, para que “si alguna cosa le falta que purgar, os dignéis,
Señor, llevarlo a gozar de los resplandores de vuestra eterna gloria”.
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