Desde
Ontinyent nos llegan habitualmente dos revistas. Una de ellas es Almaig, cuyo último envío corresponde al
nº 31. Incluye interesantes artículos sobre esa localidad y el vall d’Albaida. Como señala en el prólogo D. César Belda
Casanova, Decano del Colegio Notarial de Valencia, entre los trabajos
predominan los de índole histórica. Entre ellos el que relata las fiestas que
en honor a la Inmaculada Concepción se celebraron en Ontinyent en 1622 y 1625,
dentro de ese clima de fervor inmaculista que se suscitó en España en el siglo
XVII. Sobre ese mismo tema está relacionado el trabajo que analiza el prodigio
obrado en la ciudad el 8 de diciembre de 1704, cuando explotaron unos cohetes
dispuestos para ser disparados en homenaje a la Virgen, sin que ocasionaran
víctimas. Especial interés reviste el dedicado a la figura de Jeroni Pachet, un
médico morisco que salvó la vida de Felipe III, lo que no le libró de ser
perseguido por la Inquisición. Hay otros artículos sobre temas actuales, como
el de la transición política o el de la expansión textil en l’Albaida, tras la
Guerra Civil, junto con trabajos referidos a la educación o un importante
análisis de la administración municipal en el siglo XVII.
La
otra revista lleva por título Alba,
editada por el Ayuntamiento de Ontinyent, recogiendo estudios de ámbito comarcal.
Dentro de este número 26 que hemos recibido, queremos destacar el trabajo sobre
la Cova de les Argolles (Bocairent), una cavidad que presenta algunas
singularidades como las modificaciones artificiales llevadas a cabo en ella y
la presencia de argollas de diferentes tamaños a las que algunos autores
relacionaron con una supuesta utilización como cárcel. La excavaciones
realizadas han constatado la presencia de materiales de época ibérica, aunque
respecto a las modificaciones, los autores sugieren la posibilidad de su
empleo, durante la Edad del Bronce, como almacén, continuando ese uso hasta
época medieval, a la que corresponderían las argollas. Otros artículos abordan
temas relacionados con la botánica, la geografía y la historia, siendo muy
curioso el referido a cabezudos que representan personajes tan conocidos como
el del “hombre del saco” o el de las narices.
El Boletín de la Real Sociedad Bascongada de
Amigos del País, incluye en su volumen LXXI (1-2), correspondiente a 2015,
un sentido homenaje a D. Juan Ignacio de Uría y Epelde y a D. Vicente Zaragüeta
Laffite, dos ilustres personajes fallecidos el pasado año. Entre sus artículos,
destacan el dedicado a los caminos de Santiago en Guipúzcoa del que es autor
Enrique Samaniego Arrillaga, así como el de Francisco de Borja de Aguinagalde
dedicado a los guipuzcoanos que fueron honrados con el hábito de una orden
militar entre 1500 y 1800. Por su parte, Miguel Ángel García de Juan prosigue
en su tarea de difundir textos desconocidos de Pío Baroja, con una nueva
entrega en la que incluye 21 aparecidos, entre 1899 y 1935, en diferentes
medios de comunicación nacionales y extranjeros. No queremos dejar de reseñar
el trabajo de Enrique Bello Larrarte sobre la capilla de música de la iglesia
de Santa María de Tolosa en el siglo XVIII, analizando su organización y
funcionamiento, así como los músicos, organistas y maestros que formaron parte
de ella, a partir de los Libros de Actas del Ayuntamiento de esa villa.
Entre
los contenidos del nº 185-186 del Boletín
de Letras del Real Instituto de Estudios Asturianos queremos resaltar, en
primer lugar, el excelente trabajo del Prof. D. Enrique Martínez Rodríguez
sobre “Fray Benito Feijooo y la ciencia biomédica del siglo XVIII”, en el que
viene a poner de manifiesto el esfuerzo realizado por Feijoo para combatir las
supersticiones de su época, especialmente en temas relacionados con las
ciencias experimentales, entre ellas la Medicina, de manera que como señala,
fue, sin ser médico, el más destacado conocedor de la ciencia biomédica. Justo
García Sánchez es el autor de un artículo en el que da a conocer la labor del
Colegio de San Gregorio de Oviedo, creado en 1557 para enseñar la lengua latina
a pobres del territorio, aunque ya desde la centuria siguiente sirvió también
como centro de formación para segundones de la nobleza. Hacia 1740, su rector
quiso cambiar su cometido, transformándolo en una residencia de diez becarios
que estudiarían en la Universidad de Oviedo, pero no pudo lograr el respaldo
pontificio ni la aquiescencia real, a pesar de contar con el apoyo de las
autoridades locales.
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