En la
catedral de Notre-Dame de París se conserva este copón donado por San Juan
XXIII que tiene una curiosa historia que hemos contribuido a desvelar, a
instancias del Dr. Bernard Berthod.
A las
6,30 de la mañana del día 4 de octubre de 1962, el Papa Juan XXIII, partió de
la pequeña estación de la Ciudad del Vaticano, a bordo de un tren especial que
le había facilitado el gobierno de Italia. Iba a emprender una peregrinación al
Santuario de Loreto y a la basílica de Asís, para pedir la protección de la
Virgen, pocos días antes de dar comienzo el Concilio Vaticano II. En la
estación Tiburtina, la primera en territorio italiano subió a bordo de su vagón
el Presidente del Consejo de Ministros Amitore Fanfani y en Loreto le esperaba
el Presidente de la República Antonio Segni, a los que se unió en Asís Aldo
Moro.
Era la
primera vez que un Pontífice traspasaba las fronteras del diminuto Estado
Vaticano, desde que Pío IX realizara en 1857, su último viaje por los Estados
Pontificios. Las muestras de cariño fueron constantes a lo largo del recorrido,
hasta su regreso a Roma, poco después de las diez de la noche de ese mismo día.
Como recuerdo de aquel histórico desplazamiento el gobierno italiano le hizo
entrega de un artístico copón que, posteriormente, donó a la catedral parisina
como hemos señalado.
El Dr.
Berthod, estudiando la pieza intuyó la posibilidad de que procediera de un
taller de orfebrería español, por lo que nos remitió esta imagen con los
punzones que aparecen en la misma, pidiendo nuestra opinión sobre esta
cuestión. Nos lo planteamos como un reto, aunque inicialmente nos resultó
llamativo que un regalo del gobierno italiano pudiera ser de procedencia
española.
Sin
embargo, pudimos constatar que la marca del platero que aparece en la base del
copón coincidía con una de las utilizadas por los Talleres de Arte Félix
Granda, concretamente con la que en la lámina que reproducimos figura en cuarto
lugar, la cual es descrita de la forma siguiente:
“Marca nº 4: es, quizá, la más conocida de todas. En un cuadrado
rehundido, de esquinas redondeadas, aparecen en relieve un ramillete con tres
flores de cinco pétalos, y a los lados del tallo las iniciales “T” y “A”. Suele
estar acompañado de una o dos marcas con el contraste “916” de la ley de la
plata. Comienza a aparecer en las piezas posteriores a la constitución de la
compañía como sociedad anónima, por lo que todo apunta a que fue esto lo que
motivó el cambio del punzón. Era utilizado indistintamente en piezas religiosas
y civiles. Cubre un largo período de tiempo que coincide, además, con el de
mayor esplendor de los Talleres, siendo sus fechas límite aproximadas 1913 y
1935. También se conserva en la Fundación Félix Granda su punzón de marcado”.
Esa lámina aparece en el libro de Emilia González Martín del Río: “Un aspecto poco conocido de los Talleres de Arte de Félix Granda: su arte civil”, en RIVAS CARMONA, Jesús (coord.), Estudios de Platería. San Eloy. 2016, Editum, Murcia, 2016), y en su página web (https://emiliaglez.es/marcas-de-platero/), como nos ha comunicado esta investigadora, al mismo tiempo que nos expresaba su satisfacción por haber podido, a través de ese dato, identificar esta obra de Talleres Granda.
Esa lámina aparece en el libro de Emilia González Martín del Río: “Un aspecto poco conocido de los Talleres de Arte de Félix Granda: su arte civil”, en RIVAS CARMONA, Jesús (coord.), Estudios de Platería. San Eloy. 2016, Editum, Murcia, 2016), y en su página web (https://emiliaglez.es/marcas-de-platero/), como nos ha comunicado esta investigadora, al mismo tiempo que nos expresaba su satisfacción por haber podido, a través de ese dato, identificar esta obra de Talleres Granda.
Los
citados talleres fueron creados en 1891 por el sacerdote y artista D. Félix Granda y Buylla, sacerdote y artista,
que aparece en esta fotografía junto a una escultura de San Pío X. Este
sacerdote, preocupado por la situación de decadencia en la que se encontraba el
arte litúrgico desde finales del siglo XIX, reunió a los mejores artesanos y
artistas del momento con un único objetivo: lograr que el arte sacro recuperase
el esplendor que había caracterizado a la Iglesia durante siglos. Los talleres
siguen existiendo en la localidad de Alcalá de Henares y gozan de reconocido
prestigio.
Para
nosotros ha constituido un motivo de especial satisfacción el haber podido
completar la historia de esta pieza y probar su origen español.
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