jueves, 25 de octubre de 2018

Descubriendo el castillo de Priego de Córdoba


         En ninguna de nuestras anteriores visitas a Priego de Córdoba habíamos tenido oportunidad de visitar su castillo, entre otras razones porque no fue hasta el pasado año, tras la restauración de su torre del homenaje, cuando fue abierto al público. Lo hemos hecho ahora, quedando gratamente sorprendidos por las características de esta impresionante fortaleza, situada en el centro de su casco histórico, junto al llamado “barrio de la villa” y ese precioso balcón, proyectado hacia el entorno de la localidad, que es el adarve.




         La estratégica situación de la población propició el establecimiento de un núcleo defensivo que, en su origen, fue una alcazaba musulmana documentada ya en el siglo X. El castillo quedó seriamente afectado tras su conquista por Fernando III en 1266. La villa fue donada entonces a la Orden de Calatrava que fue quien rehízo la fortaleza y construyó la denominada “Torre Gorda”, la cual fue declarada Monumento Histórico-Artístico (ahora Bien de Interés Cultural) en 1943.

         Pero, en 1327, Priego fue reconquistado por el rey nazarí Muhammad IV, posiblemente por la traición de su gobernador y no fue hasta 1341 cuando Alfonso XI se hizo con el control definitivo de la población que donó a la familia de los Fernández de Córdoba, creados marqueses de Priego por los Reyes Católicos en 1501. Por vínculos familiares pasó en el siglo XVIII a la casa ducal de Medinaceli, hasta que, en fechas no muy lejanas, se convirtió en propiedad municipal, lo que ha hecho posible el inicio de las obras de restauración.




         De entre sus elementos destaca, de manera singular su torre del homenaje o “torre gorda” que se alza en el patio de armas, con una altura de treinta metros. Consta de tres plantas, la inferior sin acceso desde el exterior y otras dos habitables.





         En su primera planta, tanto la cubierta como las aspilleras que la iluminan, así como el vano resuelto con un arco conopial, nos recordaron a la torre de Bulbuente y al anexo palacio de los abades de Veruela.




         Asimismo encontramos muchas similitudes en la forma del acceso primitivo y la escalera construida posteriormente para alcanzar la planta superior.





         Pero lo verdaderamente espectacular es la planta superior, ampliamente iluminada por cuatro ventanas ajimezadas con doble arco de herradura que, en el centro, se apoyan en unas columnas rematadas por capiteles de tipo nazaríe.




         Desde la cubierta, desprovista de merlones se divisa una hermosa perspectiva de la villa y de todo el conjunto de la fortaleza que cuenta con otras torres en las esquinas y otras intermedias en dos de sus lienzos.






         Uno de ellos ha sido también restaurado y, a través del mismo se puede acceder a dos de las torres, pendientes de intervención, por una de las cuales se puede ascender a través de una angosta escalera de piedra, en este caso original.





         Aunque aún queda trabajo por realizar, las inversiones efectuadas con cargo a los fondos de la Junta de Andalucía, inicialmente, y del 1,5% cultural con posterioridad, han merecido la pena, permitiendo la salvación de tan relevante monumento que se encontraba en muy deficiente estado de conservación.

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