En
ninguna de nuestras anteriores visitas a Priego de Córdoba habíamos tenido
oportunidad de visitar su castillo, entre otras razones porque no fue hasta el
pasado año, tras la restauración de su torre del homenaje, cuando fue abierto
al público. Lo hemos hecho ahora, quedando gratamente sorprendidos por las
características de esta impresionante fortaleza, situada en el centro de su
casco histórico, junto al llamado “barrio de la villa” y ese precioso balcón,
proyectado hacia el entorno de la localidad, que es el adarve.
La
estratégica situación de la población propició el establecimiento de un núcleo
defensivo que, en su origen, fue una alcazaba musulmana documentada ya en el
siglo X. El castillo quedó seriamente afectado tras su conquista por Fernando
III en 1266. La villa fue donada entonces a la Orden de Calatrava que fue quien
rehízo la fortaleza y construyó la denominada “Torre Gorda”, la cual fue
declarada Monumento Histórico-Artístico (ahora Bien de Interés Cultural) en
1943.
Pero,
en 1327, Priego fue reconquistado por el rey nazarí Muhammad IV, posiblemente
por la traición de su gobernador y no fue hasta 1341 cuando Alfonso XI se hizo
con el control definitivo de la población que donó a la familia de los
Fernández de Córdoba, creados marqueses de Priego por los Reyes Católicos en
1501. Por vínculos familiares pasó en el siglo XVIII a la casa ducal de
Medinaceli, hasta que, en fechas no muy lejanas, se convirtió en propiedad
municipal, lo que ha hecho posible el inicio de las obras de restauración.
De
entre sus elementos destaca, de manera singular su torre del homenaje o “torre
gorda” que se alza en el patio de armas, con una altura de treinta metros.
Consta de tres plantas, la inferior sin acceso desde el exterior y otras dos
habitables.
En su
primera planta, tanto la cubierta como las aspilleras que la iluminan, así como
el vano resuelto con un arco conopial, nos recordaron a la torre de Bulbuente y
al anexo palacio de los abades de Veruela.
Asimismo
encontramos muchas similitudes en la forma del acceso primitivo y la escalera
construida posteriormente para alcanzar la planta superior.
Pero
lo verdaderamente espectacular es la planta superior, ampliamente iluminada por
cuatro ventanas ajimezadas con doble arco de herradura que, en el centro, se apoyan
en unas columnas rematadas por capiteles de tipo nazaríe.
Desde
la cubierta, desprovista de merlones se divisa una hermosa perspectiva de la
villa y de todo el conjunto de la fortaleza que cuenta con otras torres en las
esquinas y otras intermedias en dos de sus lienzos.
Uno de
ellos ha sido también restaurado y, a través del mismo se puede acceder a dos
de las torres, pendientes de intervención, por una de las cuales se puede
ascender a través de una angosta escalera de piedra, en este caso original.
Aunque
aún queda trabajo por realizar, las inversiones efectuadas con cargo a los
fondos de la Junta de Andalucía, inicialmente, y del 1,5% cultural con
posterioridad, han merecido la pena, permitiendo la salvación de tan relevante
monumento que se encontraba en muy deficiente estado de conservación.
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