El
pasado domingo se celebró el Día Mundial de las Aves Migratorias. Con ese motivo se llevó a cabo en la Estanca de Borja una actividad para
conocer y disfrutar de las aves de nuestro territorio, consistente en un
pequeño paseo guiado y una sesión de anillamiento científico, en los que
participó un grupo de unas 30 personas, mayores y niños.
En el
paseo, que se inició junto a la Casa de la Estanca y discurrió por su mota, la
naturalista e ilustradora de naturaleza Esther Charles (miembro de la
Asociación El Bardal), que nos ha remitido la información, ayudó a identificar
las diferentes especies de aves que se encontraban en los carrizos y playas,
entre las que destacaron un grupo de zampullines chicos (un pato buceador de
pequeño tamaño), varias parejas de aguiluchos laguneros, gaviotas
patiamarillas, cormoranes, y escuchar otras especies difíciles de ver, como el
rascón europeo y el ruiseñor bastardo.
Después,
el anillador Jesús Capdevilla, del Grupo Aragón de Anillamiento Científico de
Aves, mostró a los asistentes cómo se lleva a cabo una sesión de anillamiento,
qué datos pueden extraerse de esta actividad y su utilidad para el conocimiento
y conservación de las aves.
El número de pájaros
que cayeron en las redes, fue escaso, debido al fuerte viento que sopló en la
estanca durante toda la mañana: tres ejemplares de especies diferentes. Una
curruca zarcera (pequeño pajarillo migrador que pasa el invierno en el África
subsahariana, y se encuentra estos días en plena migración), una buscarla
pintoja (un ave reproductora escasa y restringida a la zona costera del norte
de España, también en migración), y un mosquitero común, que con sus escasos siete
gramos de peso, viene a pasar el invierno a la península procedente del norte
de Europa. Mientras tanto, lejos de las redes y volando libres, un águila real,
un mochuelo, un cernícalo vulgar, un par de tarabillas comunes y varias
golondrinas pusieron la guinda a la jornada.
El anillamiento científico es un método para
estudiar distintos aspectos de la biología de las poblaciones de aves
silvestres. Consiste en individualizar las aves de manera unívoca mediante la
colocación de una anilla metálica en su pata. Estas anillas llevan un número
que nunca se repite en otro ejemplar y una dirección o remite de contacto. Los
datos de las aves anilladas se almacenan en centrales de anillamiento y de este
modo, si un ejemplar anillado es recapturado, se sabe de qué ave se trata,
cuándo y dónde se anilló por primera vez y las posibles recapturas anteriores.
Esta herramienta
fundamental permite a los científicos obtener valiosa información sobre
diferentes especies, como sus movimientos migratorios (fechas, rutas
migratorias, zonas de descanso migratorio, etc.), tasas de mortalidad y
supervivencia, tasas de renovación de la población, etc, así como sobre morfología,
biometría y muda. Gracias a esta actividad se pueden desarrollar estudios a
largo plazo sobre amplias áreas geográficas, con datos muy valiosos a la hora
de planificar y diseñar políticas de conservación, de gestión de espacios y
especies. Esta actividad supone la manipulación de aves en vivo y la toma de
datos con valor científico, por lo que su realización está limitada a personas
formadas, cuyo conocimiento y aptitudes permiten el cumplimiento de los dos
aspectos más relevantes a la hora de anillar: la integridad de las aves que son
capturadas para su anillamiento y la precisión en la toma de datos.
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