lunes, 14 de octubre de 2019

Un nuevo caso de posible expolio artístico


         Pocos días después de que comentáramos el posible expolio de algunos elementos de una vidriera de la catedral de León y el hecho probado de la sustitución de la tabla gótica de Ntra. Sra. de los Ángeles de la iglesia parroquial de Bulbuente por una copia, nos llega la noticia de que el Gobierno de Navarra ha conseguido paralizar la subasta de un fresco que representa al profeta Ezequiel, por considerar que formaba parte de un mural de su propiedad.





         El mural que ahora se expone en el Museo de Navarra, procede del antiguo refectorio de la catedral de Pamplona, tras la donación efectuada, en 1947, por el cabildo. Fue realizado en 1332 por el pintor Juan Oliver que, según publicó la Profª. Dª. María Carmen Lacarra en la revista Artigrama (puede consultarse en nuestro Centro), se inspiró en dibujos de Matthew Paris y Jean de Joinville.

Pero ¿Cómo es posible que si en el museo puede verse completo, aparezca ahora en manos particulares un fragmento del mismo? Fue en 1944 cuando la Institución “Príncipe de Viana” encargó a D. Josep Gudiol i Ricart y a su hermano Ramón la restauración de esta importante obra y, en opinión de los técnicos que la han examinado, fue entonces cuando se hicieron copias, quedando parte de los originales en poder de determinadas personas, a las que pudieron ser vendidas.



         La figura del reputado como gran historiador del Arte, D. Josep Gudiol, aparece relacionada con otro importante caso, aún “sub iudice”, el del expolio de las pinturas del antiguo refectorio del monasterio de Sigena.



         Como es bien conocido, ese histórico monumento fue incendiado a comienzos de la Guerra Civil. La autoría de semejante desmán es atribuida en Aragón a milicianos llegados desde Cataluña, mientras que en esta última comunidad autónoma no faltan quienes hacen responsable del mismo a los propios vecinos de Villanueva de Sigena.



         Lo cierto es que, pocos días después, apareció en el monasterio Gudiol quien, con una subvención de la Generalitat, procedió a arrancar los restos de los frescos, trasladándolos a Barcelona, en cuyo Museo Nacional d’Art de Catalunya se exhiben ahora, a la espera de una resolución judicial.
         
         Aunque el propósito teórico era “salvarlos”, se convirtieron en un fin expoliado al quedarse en Cataluña, complementado con la incalificable actuación del Director del MNAC que, en 1960, se llevó nuevos fragmentos cuando el monasterio ya estaba protegido por una declaración monumental.




         Pero que Gudiol fue un expoliador, con fines particulares, lo demuestra el que no sólo se llevara los frescos de la sala capitular sino otras muchas obras de Arte del monaterio, como la tabla gótica interceptada hace dos años en una subasta o la regla del monasterio, recuperada este mismo año, tras un intento de venta al Archivo Histórico Provincial de Huesca, por parte de la persona que la conservaba, y que ahora está ya en el citado archivo.



      Fruto de ese expolio es también, entre otros bienes, la arqueta de marfil que se muestra en el Museo Marés de Barcelona. Todo ello viene a demostrar, como señalamos en nuestro artículo anterior, la forma en la que se constituyeron algunas colecciones.




         Mientras tanto, la reconstruida sala capitular de Sijena está a la espera de recibir los frescos de los que fue desposeída, en el caso de que se resuelva favorablemente la demanda judicial interpuesta.

No hay comentarios:

Publicar un comentario