Pocos
días después de que comentáramos el posible expolio de algunos elementos de una
vidriera de la catedral de León y el hecho probado de la sustitución de la
tabla gótica de Ntra. Sra. de los Ángeles de la iglesia parroquial de Bulbuente
por una copia, nos llega la noticia de que el Gobierno de Navarra ha conseguido
paralizar la subasta de un fresco que representa al profeta Ezequiel, por
considerar que formaba parte de un mural de su propiedad.
El
mural que ahora se expone en el Museo de Navarra, procede del antiguo
refectorio de la catedral de Pamplona, tras la donación efectuada, en 1947, por
el cabildo. Fue realizado en 1332 por el pintor Juan Oliver que, según publicó
la Profª. Dª. María Carmen Lacarra en la revista Artigrama (puede consultarse en nuestro Centro), se inspiró en
dibujos de Matthew Paris y Jean de Joinville.
Pero ¿Cómo es posible
que si en el museo puede verse completo, aparezca ahora en manos particulares
un fragmento del mismo? Fue en 1944 cuando la Institución “Príncipe de Viana” encargó
a D. Josep Gudiol i Ricart y a su hermano Ramón la restauración de esta
importante obra y, en opinión de los técnicos que la han examinado, fue entonces
cuando se hicieron copias, quedando parte de los originales en poder de
determinadas personas, a las que pudieron ser vendidas.
La
figura del reputado como gran historiador del Arte, D. Josep Gudiol, aparece
relacionada con otro importante caso, aún “sub iudice”, el del expolio de las
pinturas del antiguo refectorio del monasterio de Sigena.
Como
es bien conocido, ese histórico monumento fue incendiado a comienzos de la
Guerra Civil. La autoría de semejante desmán es atribuida en Aragón a
milicianos llegados desde Cataluña, mientras que en esta última comunidad
autónoma no faltan quienes hacen responsable del mismo a los propios vecinos de
Villanueva de Sigena.
Lo
cierto es que, pocos días después, apareció en el monasterio Gudiol quien, con
una subvención de la Generalitat, procedió a arrancar los restos de los
frescos, trasladándolos a Barcelona, en cuyo Museo Nacional d’Art de Catalunya
se exhiben ahora, a la espera de una resolución judicial.
Aunque el propósito teórico era “salvarlos”,
se convirtieron en un fin expoliado al quedarse en Cataluña, complementado con
la incalificable actuación del Director del MNAC que, en 1960, se llevó nuevos fragmentos cuando el monasterio ya estaba protegido por una
declaración monumental.
Pero
que Gudiol fue un expoliador, con fines particulares, lo demuestra el que no
sólo se llevara los frescos de la sala capitular sino otras muchas obras de
Arte del monaterio, como la tabla gótica interceptada hace dos años en una
subasta o la regla del monasterio, recuperada este mismo año, tras un intento
de venta al Archivo Histórico Provincial de Huesca, por parte de la persona que
la conservaba, y que ahora está ya en el citado archivo.
Fruto de ese expolio es también, entre otros bienes,
la arqueta de marfil que se muestra en el Museo Marés de Barcelona. Todo ello
viene a demostrar, como señalamos en nuestro artículo anterior, la forma en la
que se constituyeron algunas colecciones.
Mientras
tanto, la reconstruida sala capitular de Sijena está a la espera de recibir los
frescos de los que fue desposeída, en el caso de que se resuelva favorablemente
la demanda judicial interpuesta.
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