Hacía ya tiempo que no habíamos estado en Grisel. Fuimos a comer el pasado miércoles y encontramos muy mejorado el aspecto de la localidad que tiene como eje su castillo y su iglesia parroquial.
El
castillo se ha consolidado como destino turístico, tras los importantes
reconocimientos que ha obtenido por su gestión pero, además, su condición
monumental se ha visto realzada por las obras llevadas a cabo en su entorno.
Por
una parte, el espacio que lo separa de la iglesia parroquial se ha convertido
en una amplia plaza bien urbanizada que nada tiene que ver con los setos que
allí había en el pasado dificultando la visión de ambos monumentos.
Pero
las mayores diferencias advertidas fueron en la parte posterior, donde los
corrales y edificios degradados que allí había han sido eliminados, permitiendo
la completa visión de las murallas del castillo y habilitando el espacio
resultante como aparcamiento.
En
el otro extremo, hay otra plaza donde hace ya tiempo fue reproducida una de las
características cabañas en pico, de piedra seca, características de la zona.
La
situación mejorará mucho más si se lleva a efecto el proyecto de derribar este
edificio, adosado al castillo, muy cerca del acceso principal. Es uno de los
pocos que aún quedan de los que lo ceñían por completo, hasta el punto de que,
al no permitir su contemplación, el castillo de Grisel era un monumento “enterrado”
y casi desconocido.
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