Entre las visitas efectuadas durante el pasado congreso de Europae Thesauri, queremos dedicar una mención especial a la catedral de Angulema, donde nos sorprendió el recorrido por su “Trésor”.
Considerada
uno de los cincuenta grandes templos románicos existentes en Francia, frente a
los más de cien góticos, la actual catedral es la cuarta de las edificadas en
el mismo lugar. Consagrada en 1128, fue mandad edificar por el obispo Girard
II, aunque ha sufrido grandes modificaciones en el transcurso del tiempo.
Su
torre principal, en cuyo interior está ubicado actualmente el museo, fue
destruida en el siglo XVI durante las guerras de religión entre católicos y
protestantes. Pero, la intervención mayor fue obra del arquitecto Paul Abadie
que le dio el aspecto actual, modificando sensiblemente la fachada con la
incorporación de un frontón y dos pináculos.
No
son muchos los restos románicos que se han conservado, dado que Paul Abadie
sustituyó los capiteles originales por otros modernos y muchas esculturas del
siglo XIII terminaron siendo utilizadas como grava en los caminos.
A
través de una sala decorada con los retratos de diferentes obispos, se accede
al Tesoro (Museo) propiamente dicho que está ubicado en las tres plantas de la
antigua torre, destruida por los cañones del almirante de Coligny, en 1568,
durante las guerras de religión.
La sala inferior corresponde a la antigua capilla gótica de Saint Thibaud, donde puede verse una imagen de la Virgen con el Niño, obra realizada en 1679 por Jean Degoulon. Pero lo que sorprende al visitante es que se encuentra situada sobre un pedestal decorado con perlas de cristal de Murano que, como todo el conjunto ornamental, responde al diseño de Jean-Michel Othoniel, al igual que la cortina azul del fondo.
En
la siguiente planta, cubierta con bóveda gótica, se disponen una serie de
vitrinas sustentadas por patas realizadas con perlas negras de cristal de
Murano que también conforman el pedestal central sobre el que se muestra una
maleta utilizada para celebrar la Santa Misa en un campo de prisioneros,
durante la II Guerra Mundial, acogiéndose al trato dispensado a los capellanes
militares por la Convención de Ginebra.
En
el estudiado tránsito de la oscuridad de la planta inferior, hasta la
luminosidad de la superior, las vidrieras de esta planta constituyen una suave
gradación.
Pero
es en la última sala, llamada de las maravillas, donde el diseñador logra
causar un enorme impacto visual al visitante, a través de un atrevido diseño en
el que juegan un papel fundamental la luz y el color.
En
el centro, la Virgen de Obezine, rodeada por vitrinas en las que se mostraban
las joyas de su tesoro, el cual fue robado en 2017, un año después de que
fueran inauguradas las nuevas instalaciones.
Tras
mejorar las condiciones de seguridad volvió a abrirse al público a comienzos de
2018, aunque lo que pueda verse no son piezas de valor excepcional, sino esa
impactante puesta en escena que no deja a nadie indiferente.
Como se ha señalado en otros medios, “cualquier población busca convertir la visita de su patrimonio cultural en una experiencia. Y en Angoulême han conseguido subir aún más la apuesta convirtiendo el Tesoro de la Catedral (el típico que encuentras en otros templos cristianos con objetos litúrgicos, reliquias, cálices e indumentaria eclesiástica y que suele ser una visita aburrida) en una fusión magistral con el arte contemporáneo”.
El responsable de esta
asombrosa idea fue el artista francés Jean-Michel Othoniel que contó con un
presupuesto de 1,3 millones de euros para la instalación y otros 75.000 para
los estudios previos que se prolongaron durante ocho años.
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