Es costumbre en todas las cofradías que
los mayordomos conserven en su domicilio la pequeña imagen del titular que
existe para ese fin. Cuando son varios los mayordomos, suele distribuirse su
permanencia a lo largo del año en la casa de cada uno de ellos.
Antes del inicio de las fiestas, esa imagen es trasladada a la iglesia, desde la casa en la que ha permanecido durante el año, y colocada en una pequeña iglesia situada a los pies de templo.
Así ocurrió, también, con la cofradía
de San Bartolomé, aunque en este caso se hizo coincidir con la bendición de los
roscones que iban a ser llevados junto con la imagen.
Con motivo de ese traslado, los
mayordomos ofrecen un refrigerio a los asistentes, de manera que el acto se
convierte en una gozosa celebración, con participación de familiares, amigos y
cofrades.
Después, partió la comitiva hacia la iglesia.
El santo era llevado sobre unas pequeñas andas que la cofradía mandó construir
no hace muchos años, dado que antes era portada por uno de los mayordomos.
Detrás marchaban las cestas con los roscones que decoran la peana procesional y
las insignias de la cofradía, para ser entregados a sus portadores al término
de las celebraciones.
Estas últimas imágenes corresponden a
la llegada a la iglesia de San Bartolomé de donde, al finalizar las fiestas la imagen
es trasladada a la casa de los nuevos mayordomos, renovándose este rito
tradicional.
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