Periódicamente surgen noticias acerca de posibles actuaciones en la zona del Cinto de Borja, un espacio que goza de doble protección, por estar incluido dentro del casco histórico, declarado BIC, así como en la Zona Arqueológica con la misma calificación.
De ahí que, cualquier intervención que
se programe debe ir precedida por una previa investigación arqueológica, dada
la importancia de lo que, en el pasado, fue el recinto de la alcazaba de Borja,
el auténtico castillo.
Protegida por unas murallas de época islámica,
mandadas edificar por Abderramán III, en su interior se encontraba la judería,
con el propósito de que sus integrantes quedaran bajo la protección real, a
cambio de contribuir al mantenimiento y reparación de esas murallas.
Allí está documentada la existencia de
una sinagoga que, como buena parte de la ciudad, resultó destruida durante la
guerra de los Dos Pedros, por lo que tuvo que ser reedificada. También hubo un
gran aljibe que se supone enterrado, por lo que, desde hace tiempo, venimos
recabando la realización de un minucioso estudio arqueológico.
Que no se trata de una cuestión baladí
viene a demostrarlo el hallazgo accidental de una inscripción hebraica al pie
de lo que llamamos castillo y muy superficial. El interés del Dr. D. Isidro
Aguilera hizo posible la valoración de su importancia y la posterior
restauración de la misma, realizada a cargo del Centro de Estudios Borjanos.
Esa inscripción, una de las pocas existentes
en Aragón, fue declarada Bien Inventariado por el Gobierno de Aragón y hoy se
exhibe, junto con su transcripción, en el Museo Arqueológico.
Esa circunstancia, unida a la
existencia de las tablas de Santa María y de algunos documentos de interés, propició
la visita a nuestra ciudad de la Directora del Museo Judío de Nueva York.
Pretendía organizar una exposición sobre la imagen del judío en la España medieval,
algo similar a lo que ahora se ha llevado a cabo en Madrid y Barcelona. Quiso conocer
el Cinto para tratar de la posibilidad de colaborar en la realización de excavaciones
arqueológicas en ese lugar, por lo que la acompañamos en el recorrido.
Lamentablemente, la visita coincidió con la actuación de una excavadora que
estaba removiendo brutalmente la zona para crear lo que se iba a llamar “plaza
de las Tres Culturas”, para lo que contaba con autorización municipal. Ver ese
desastre y un edificio con apariencia de torre al que se había dado el nombre
de sinagoga, fueron impactos suficientes para que la distinguida dama huyera
despavorida de nuestra ciudad, sin que nunca volviéramos a saber nada de ella.
Pero el Cinto no solo está vinculado a
la comunidad judía de Borja, sino también a la musulmana, pues tras la expulsión
de la primera, el Papa Alejandro VI, por un Breve de 29 de marzo de 1493, autorizo
el que “los sarracenos pudieran convertir la antigua sinagoga de Borja en
mezquita y ampliarla”. Este hecho hay
que situarlo en el marco de las circunstancias sobrevenidas tras la expulsión
de los judíos, ya que obligó a trasladar al Cinto a algunos musulmanes para que
se hicieran cargo del mantenimiento de las murallas que antes era obligación de
los judíos.
En el Archivo Histórico Municipal de
Borja existe una Real Provisión de Fernando el Católico, fechada en Tarazona el
10 de octubre de 1495, por la que se ordena a D. Dionís Coscón, baile y alcaide
del castillo en esos momentos, para que adopte las medidas precisas con el fin
de que “algunos moros trasladen sus domicilios a las casas que han quedado
vacías, tras la expulsión de los judíos, y para que se arregle el muro de la
fortaleza en los tramos que estaban derruídos”.
Por lo tanto, la transformación de la
sinagoga en mezquita era un hecho conocido. Pero, el Dr. Aguilera Hernández
descubrió otra Real Provisión del Rey Católico, datada en Zaragoza el 7 de
septiembre de 1502, en virtud de la cual el alguacil real y el notario Juan
Pérez de Requena, procedieron el día 18 de ese mismo mes a cerrar las “dos
mezquitas bajas”, clausurando sus puertas con yeso y rejola. El objeto de esta
medida era el de destinar sus rentas a la mezquita “del Cinto del castillo”.
Había, por lo tanto, dos mezquitas en
la llamada Morería, una de las cuales debía estar asociada a la calle que lleva
ese nombre. De esas mezquitas nunca volvió a hablarse pues algunos años después
se produjo la conversión forzosa de los musulmanes.
Pero, a los datos expuestos, hay que añadir otro muy importante, la existencia de una “capilla real” en el Cinto, el nombramiento de cuyo capellán estaba reservado al monarca. Más tarde, ese capellán se integró en el capítulo de la colegiata.
Los numerosos capiteles y fustes de
columnas que pueden encontrarse en la zona, algunos de ellos reaprovechados en
determinados edificios exigen un cuidadoso estudio, al igual que la muralla
que, como muchas otras cosas de Borja, se encuentra completamente abandonada, a
pesar de su singularidad.
En resumen, cualquier actuación en el
Cinto que no vaya precedida de una investigación arqueológica no está permitida
y si se llevase a cabo, sin cumplir lo establecido, dar lugar a un ilícito
penal.
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