El 2 de febrero, la Iglesia celebra la Fiesta de la Presentación del Niño Jesús en el templo, en recuerdo de cuando, cuarenta días después de su Nacimiento, fue llevado por sus padres a Jerusalén, para cumplir lo preceptuado por la ley de Moisés, y ser rescatado mediante la entrega de dos tórtolas que, en la tabla de la colegiata de Santa María, lleva la Virgen en una cestita.
Conocida,
popularmente, como Fiesta de la Candelaria, por la vela que la Virgen llevaba
encendida, este año coincidía con el cuarto domingo del Tiempo Ordinario y, al
mismo tiempo, se celebraba el Día de la Vida Consagrada.
Por ese motivo,
el Sr. Obispo D. Vicente Rebollo Mozos quiso compartirla con las dos
comunidades de religiosas de vida contemplativa que hay en Borja y, a las nueve
de la mañana, presidió la celebración eucarística en la iglesia del convento de
la Concepción y, a las diez, en la de Santa Clara.
En el atrio exterior del templo, tras la lectura de una
monición, procedió a la bendición de las candelas, distribuidas entre todos los
asistentes y, seguidamente, se inició la procesión hacia el interior de la iglesia.
Es preciso
destacar que, junto con la del Corpus y el Domingo de Ramos, esta procesión es una
de las que tienen carácter litúrgico y no meramente devocional. También lo
tienen las que preceden a las celebraciones eucarísticas solemnes.
Asistieron a la
celebración numerosas personas y, en lugar preferente, se encontraban las Hermanas
de la Caridad de Santa Ana, otra comunidad religiosa de Borja, mientras que las
hermanas clarisas se situaron en el coro que interpretaron diversas
composiciones, acompañadas por el organista D. Alberto Aguilera.
Concelebraron
con el Sr. Obispo los párrocos de Borja D. José María Sánchez Becerril y D.
José Miguel Pallás Aragón.
Tras la homilía
del Sr. Obispo, en la que destacó el valor de la vida consagrada y la entrega
de las religiosas que, con su oración y entrega generosa, en el interior de los
claustros, constituyen un firme soporte para la Fe de todos, la abadesa de las
clarisas y las representantes de las Hermanas de la Caridad de Santa Ana,
renovaron sus promesas de fidelidad a Cristo y a su vocación, mientras que el
resto de los fieles lo hicieron respecto a las de su Bautismo.
Tras la
bendición final, el Sr. Obispo quiso fotografiarse con todas las religiosas de
la comunidad, en torno a la imagen de Santa Clara, situada en la huerta del
monasterio, dando fin a esta hermosa jornada, antes de volver a visitar a las
religiosas concepcionistas.
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