El buen tiempo, como ya hemos comentado, nos acompañó a lo largo de toda la semana. Sin embargo, para la tarde del Viernes Santo, los pronósticos anunciaban lluvia, a pesar de lo cual, cuando la procesión del Entierro de Cristo inició su salida, desde la colegiata de Santa María, apenas se veían nubes en el cielo.
Muchos eran los
que, a pesar de lo que se anunciaba en las páginas del tiempo, creían que los meteorólogos
se equivocarían una vez más y la procesión continuó su marcha hacia la plaza de
España.
La llegada a
ese lugar, en el que se procede al sellado del arca, la presenciamos desde la
altura y, aparentemente, el cielo se mantenía despejado, ofreciendo el recinto
un inmejorable aspecto, con la gente que esperaba la llegada de la procesión y
todos los elementos que la integraban, entrando en orden.
Pero, de manera
inesperada, las nubes hicieron también su irrupción y la situación experimentó
un cambio radical. La lluvia comenzó a caer cuando ya estaba finalizando la
ceremonia, pero nos temimos lo peor.
El viento hacía
imposible mantener erguidos los estandartes de las “Tribus de Israel” que portaban
los miembros de la cofradía del Carmen, que emprendieron el camino de retorno
con rapidez. También salieron a paso ligero las legionarias y los que portaban
el arca, ya sellada, aunque lo dificultaba su peso.
Aunque el
público había buscado cobijo y la plaza quedaba desierta, la cosa no pasó a mayores
y la Banda de San Sebastián y la Verónica, mantuvo impertérrita su paso, mientras
el paso de la Dolorosa “atajaba” por un lateral.
La escasa lluvia
que cayó evitó males mayores en los pasos procesionales, cuyos daños pudieron
haber sido más graves si lo caído hubiera sido una tromba de agua. En
consecuencia ¿Fue prudente hacer salir la procesión estando el tiempo inseguro?










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