Trasmoz
acogió el pasado sábado su XV Feria de Brujería que, como en ocasiones
anteriores, congregó a numerosas personas, atraídas sin duda por el ambiente
que siempre ha rodeado a una localidad inmortalizada por Gustavo Adolfo
Bécquer.
Los
actos se desarrollaron bajo la mirada inquietante de la “Bruja del Año”, una
elección que goza de gran tradición y que, probablemente, era la que aparece en
la imagen, aunque no pudimos conocer su nombre.
Sin
embargo, en diferentes edificios de la localidad pudimos ver unas placas en las
que aparecen reseñados los de “brujas” anteriores que residen en ellos. Una
llamativa costumbre que no sabemos si se mantiene.
Se
trata de una “feria medieval” al estilo de las que se llevan a cabo en otros
lugares. A la entrada el campamento con los actores que tuvieron especial
protagonismo en los actos desarrollados.
En
diferentes calles se habían instalado numerosos puestos en los que se ofrecían
los diferentes productos propios de estos acontecimientos, atendidos en algunos
casos, por personas ataviadas con trajes que hacían referencia específica a la feria.
La
singularidad residía en el hecho de que, en ellos, se podía comprar utilizando
los “maravedíes de Trasmoz”, en referencia a la falsificación de moneda
aragonesa que se llevó a cabo en este lugar. En este caso, existía una oficina
cambiaria donde podían trocarse los euros por estos maravedíes, quizás como
premonición de un futuro no muy lejano.
Durante
nuestro recorrido pudimos ver la actuación del grupo musical “La Ringlera”,
pero también hubo otras actividades que despertaron el interés del público,
como las exhibiciones de cetrería.
El “número fuerte” y sin duda lo
fue, giraba en torno al tema de las brujas. A mediodía, se procedió a la
captura de un grupo de ellas que fueron convenientemente enjauladas, a la
espera de la ejecución programada para el atardecer.
La verdad
es que nos impresionó, sobre todo al ver a esta joven en un cepo, bajo un sol
de justicia, sudando y zarandeada, mientras era objeto del rigor de sus
captores. Mientras contemplábamos la representación, intentando protegernos del
sol canicular, nos preguntábamos qué hubiera ocurrido si, en lugar, de una “bruja”,
esos fieros guerreros hubieran capturado un oso o un simio, por poner unos
ejemplos. No hubieran faltado voces que se alzaran en defensa de esos animales,
al verlos sometidos a un evidente maltrato. Afortunadamente, se trataba de una
joven y, por lo tanto, parecía algo normal.
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