Nuestro
colaborador D. Antonio Miguel Sierra Ferrández nos ha enviado unas fotografías
de una interesante bandera que se conservan en la Cooperativa Agraria “San
Pedro”, de la que no teníamos noticia y que, probablemente, no llegó a conocer
el recordado investigador D. Leonardo Blanco Lalinde, autor de un estudio sobre
la bandera del Somatén de esa localidad y de otro sobre la bandera de la Tropa
de Exploradores de Gallur que hoy se conserva en nuestro Centro.
A
las dos citadas viene a unirse ahora la del Sindicato Agrícola de Gallur,
creado bajo la tutela de San Antonio de Padua, co-patrón del municipio, que
aparece representado en el anverso de la bandera, orlado por hojas de parra y
espigas bordadas al igual que las letras de la leyenda “SINDICATO AGRARIO
CATÓLICO. GALLUR”.
En
el reverso aparece el escudo de Aragón, timbrado con corona real abierta y una
peculiar distribución de sus cuarteles pues falta el correspondiente a la cruz
de Sobrarbe. En torno al mismo, el lema de los sindicatos católicos “Unos por
otros y Dios por todos” que tiene su origen en los antiguos gremios y que, más
tarde, fue adoptado por otras organizaciones católicas como las Hermandades del
Trabajo.
Se trata, por lo tanto, de una pieza
de sumo interés, realizada en raso y con bordados de calidad, así como las
representaciones antes descritas. Ello nos ha permitido indagar sobre el origen
de este sindicato.
Los
Sindicatos Católicos surgieron, a finales del siglo XIX, impulsados por la
Iglesia que, tras la encíclica Rerum
Novarum de León XIII, había abordado la cuestión social desde una
perspectiva propia, equidistante de las corrientes políticas entonces en vigor.
Ya
anteriormente, se habían creado Círculos Católicos que, en realidad, eran meros
casinos o centros de convivencia, pero a raíz de la definición de la doctrina
social de la Iglesia se quiso dotarles de mayor contenido y, en 1895, se creó
el Consejo Nacional de las Corporaciones Católico-Obreras, en la que se
integraron los Círculos, las Cooperativas y los Patronatos Católicos existentes.
Tres años después se constituyó el
Consejo Nacional de Corporaciones Católicas.
A
principios del siglo XX esta iniciativa había alcanzado un importante auge.
Así, en 1908, se contabilizaban en España 902 entidades católicas, entre las
que se encontraban 254 centros obreros, 253 cajas de crédito, 166 sindicatos
agrícolas y 10 sindicatos de obreros industriales. Conviene recordar que muchas
de las Cajas de Ahorro que hemos conocido tuvieron ese origen.
Cuando,
en abril de 1919, tuvo lugar el congreso constitutivo de la Confederación
Nacional de Sindicatos Católicos, contaba ya con más de 40.000 afiliados.
En
Aragón, había sido creado en octubre de 1902, el Círculo Católico de Obreros de
Zaragoza y, en los años posteriores, surgieron otros en diferentes localidades.
El citado
investigador D. Leonardo Blanco Lalinde,
en su Historia de la Villa de Gallur,
dejó constancia de la creación el 6 de abril de 1909 del “Sindicato Católico de
San Antonio de Padua”, el más antiguo de los creados en esa localidad, que un
año después contaba con 152 socios.
Por
nuestra parte, hemos encontrado un
artículo publicado el 15 de enero de 1924 en El Progreso Agrícola y Pecuario, editado en Madrid, en el que se
hacía mención expresa al “Sindicato Católico de Gallur”, el cual disponía de
Caja Rural propia, aunque no detalla ni sus fondos, ni el número de imponentes.
Por
otra parte, el número de junio de 1925 de la Revista Católica de cuestiones sociales incluyó una pequeña reseña
del acto de inauguración de “su nueva Casa Social”, al que asistieron
representantes del Sindicato Central de Aragón, Asociaciones agrícolas
católicas, del Círculo de Labradores de Zaragoza y miembros de los sindicatos
de Cortes, Borja, Magallón, Pedrola, Cabañas, Alagón, Monzalbarba y Remolinos,
entre otros lugares.
La
bendición fue efectuada por el párroco de Gallur que era también consiliario
del Sindicato. Allí se dio cuenta del estado económico del Sindicato,
considerado muy satisfactorio, ya que, en 1924, había registrado un movimiento
de fondos por valor de 700.000 pesetas, cantidad muy superior a las de otros
sindicatos de la época, como se desprende de los datos publicados por el
Ministerio de Trabajo, Comercio e Industria en 1923, con ocasión de la
Conferencia Nacional de la Edificación.
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