El 16 de octubre de 1534
fue elegido abad del Real Monasterio de Veruela fray Jerónimo Tris, natural de Magallón, siendo el trigésimo noveno
abad del citado monasterio y cuyo nombre quedó asociado a la historia del mismo
por su trágico final.
Tras
el fallecimiento de fray Miguel Ximénez de Embún, que había estado al frente
del monasterio durante diecinueve años, los monjes se dispusieron a elegir
sucesor. Sin embargo, se enfrentaban a un serio problema ya que, poco antes, el
Papa Adriano VI había concedido al emperador Carlos V el derecho de
presentación en todas las iglesias, catedrales y abadías de los reinos
peninsulares.
Conviene recordar que
el pontífice, conocido anteriormente como Adriano de Utrecht, había sido el
preceptor del monarca y su hombre de confianza durante mucho tiempo. Sus
destacados servicios fueron recompensados con el nombramiento de Obispo de
Tortosa, en 1516, y con el capelo cardenalicio más tarde. Pero, el favor de
Carlos V también se extendió al ámbito civil, pues le encomendó la regencia
cuando tuvo que ausentarse de la península, en 1520, para asumir la corona
imperial. De hecho, se encontraba en Vitoria, cuando le fue comunicada su
elección como cabeza de la Iglesia, emprendiendo viaje hasta Roma, atravesando
nuestra comarca, siendo cumplimentado en todas las poblaciones que atravesó.
Los jurados de Borja se desplazaron hasta Mallén, por donde pasó el nuevo Papa,
para saludarle. Con estos antecedentes es lógico que Adriano VI correspondiera
al favor imperial concediéndole un privilegio tan importante como el derecho de
presentación que se mantuvo hasta la renuncia efectuada por D. Juan Carlos I.
En virtud del mismo, los reyes de España podían elegir a los candidatos que
considerasen oportunos para ocupar los puestos eclesiásticos vacantes, los
cuales eran ratificados por el Papa. Más tarde, lo que presentaban era una
terna, de la que el pontífice elegía a una persona que, generalmente, era la
que deseaba el monarca.
Pero,
cuando ocurrieron estos hechos, los monjes de Veruela no estaban dispuestos a
renunciar a sus propias normas y decidieron elegir abad, sin contar con el
emperador. Por ello, reunidos bajo la presidencia de fray Martín de Albacar que
era abad del monasterio de Santa Fe y se encontraba casualmente en Veruela,
eligieron a fray Jerónimo de Tris, en
aquellos momentos confesor del Real Monasterio de las Huelgas de Burgos.
Pero
su elección no fue unánime y un grupo de monjes, encabezado por fray Pascual de
Magallón, paisano por lo tanto del nuevo abad y que también había aspirado a
tan codiciado cargo, se manifestaron de forma airada contra él y lo que podía
haber quedado en una quiebra del voto de obediencia llegó más lejos, pues fray
Pascual, con la colaboración de otros dos monjes, decidió asesinarlo.
Tras propinarle varias
puñaladas, fray Pascual y sus cómplices huyeron del monasterio, escondiéndose
por los alrededores, creyéndole muerto, pero el abad tardó cuarenta y seis días
en fallecer, como consecuencia de las heridas que, en principio, no habían sido
mortales de necesidad.
Lo sorprendente del
caso es que, al cabo de ese tiempo, fray Pascual regresó al monasterio con la
pretensión de hacerse con el control del mismo. No pudo conseguirlo ya que,
Carlos V, al tener conocimiento de lo ocurrido y haciendo uso de la
prerrogativa que le había otorgado el Papa, nombró a su primo fray Hernando de
Aragón que, hasta ese momento, era abad del monasterio de Piedra y que, más
tarde, fue promovido a la sede metropolitana de Zaragoza.
Una de sus primeras
decisiones fue encarcelar a fray Pascual y a sus dos cómplices en las cárceles
del monasterio, de las que consiguieron huir, poco después, con ayuda exterior
que, probablemente, le fue dispensada por otros monjes afectos a su facción.
Todos ellos lograron llegar a Roma, donde se acogieron a la protección de D.
Pedro de Villalón, sobrino de D. Pedro Villalón de Calcena, un hombre que había
ocupado puestos destacados en la corte papal.
Como suele ocurrir con
la mayor parte de desmanes protagonizados por miembros del estamento
eclesiástico, no ha quedado constancia del desenlace pero parece ser que el
crimen quedó impune. Sorprendentemente, un historiador del monasterio, tan
alejado de los hechos como el P. Blanco Trías S. J. atribuye la muerte de fray
Jerónimo de Tris al supuesto disgusto que le ocasionó el que Carlos V declarara
nula su elección, omitiendo por completo toda referencia a la colaboración de
fray Pascual para acelerar el tránsito a mejor vida de su paisano.
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