lunes, 1 de abril de 2019

La publicidad del bar El Buen Humor


         Cuando hace ahora cincuenta años D. Antonio Giménez Arcos puso en marcha un nuevo bar-cafetería en el número 10 de la calle José Antonio, hoy Costa y antes calle Alta de Santo Domingo (que todo hay que puntualizarlo), nadie hubiera sospechado el inusitado éxito que muy pronto alcanzó. Era y sigue siendo un local de reducidas dimensiones, sin mesas ni sillas (hubo una y algunas banquetas) lo que resultaba extraño cuando existía la costumbre de consumir sentados. Pero su mayor atractivo era la excelente oferta de tapas, especialmente fritos magistralmente preparados por su mujer quien, junto a la simpatía de Antonio, fue la principal artífice de su triunfo.

         El primer encarte publicitario que se insertó en un programa de fiestas era muy discreto, con una redacción de lo más clásico calificando al bar de “popular y distinguido”, dos conceptos en apariencia contradictorios, reduciendo sus magníficos “fritos” a “finos aperitivos”.




         Fue entonces cuando uno de sus más asiduos clientes, D. Francisco Domínguez Pablo, asumió las labores de agente publicitario del bar. Fue quien encargo a D. Manuel Giménez Aperte el diseño del logotipo de “El arraclán” (aún conservamos los originales), como “marca no registrada, pero que se registrará”. Y compuso el primer verso que, en lugar de picar y administrar veneno, este “arraclán” solo tenía “buen vino y ricas tapas calientes”. Hay que insistir en lo de las tapas, decía Paco.



         Poco después “El Buen Humor” era ya el “consulado de todos los pueblos de la comarca del Huecha” y, como muestra de ello, se detallaban los productos procedentes de cada una de sus localidades con especial mención a los “a los erectos espárragos Genaro de Fuendejalón” en homenaje al gran jotero, o “el finísimo Gila de Bulbuente” ya que, por entonces, uno de los primeros vinos que se embotellaron era el de Bodegas Gila, establecidas en ese municipio. Además, indicaba que “doña Teresa tiene toneladas de calamares fritos procedentes de sus particulares viveros de la Estanca de Porroyo”.




         La vena poética de Francisco Domínguez produjo este otro “poema” centrado sobre todo en algunos productos estrella del bar: los pimientos y huevos rellenos y “esas gordillas sin par, tan ricas y con más vueltas que un cordel de señalar”. Junto con todo ello, la oportunidad de “comprarle al tío Capucho que’s atento y servicial, el Heraldo, que es decano de la prensa regional”, pues no en vano Domínguez fue durante muchos años corresponsal de ese medio de comunicación.
         Su prematura e inesperada muerte nos privó de nuevos alardes publicitarios que podrían haber dado para escribir un libro que sirviera de consulta para los especialistas en esa materia. No fue así, aunque nos dejó algunos artículos dedicados a los bares y cafés borjanos, como señalamos al inicio de esta serie.

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