Cuando
hace ahora cincuenta años D. Antonio Giménez Arcos puso en marcha un nuevo
bar-cafetería en el número 10 de la calle José Antonio, hoy Costa y antes calle
Alta de Santo Domingo (que todo hay que puntualizarlo), nadie hubiera
sospechado el inusitado éxito que muy pronto alcanzó. Era y sigue siendo un
local de reducidas dimensiones, sin mesas ni sillas (hubo una y algunas
banquetas) lo que resultaba extraño cuando existía la costumbre de consumir sentados.
Pero su mayor atractivo era la excelente oferta de tapas, especialmente fritos
magistralmente preparados por su mujer quien, junto a la simpatía de Antonio,
fue la principal artífice de su triunfo.
El
primer encarte publicitario que se insertó en un programa de fiestas era muy
discreto, con una redacción de lo más clásico calificando al bar de “popular y
distinguido”, dos conceptos en apariencia contradictorios, reduciendo sus
magníficos “fritos” a “finos aperitivos”.
Fue
entonces cuando uno de sus más asiduos clientes, D. Francisco Domínguez Pablo,
asumió las labores de agente publicitario del bar. Fue quien encargo a D.
Manuel Giménez Aperte el diseño del logotipo de “El arraclán” (aún conservamos
los originales), como “marca no registrada, pero que se registrará”. Y compuso
el primer verso que, en lugar de picar y administrar veneno, este “arraclán”
solo tenía “buen vino y ricas tapas calientes”. Hay que insistir en lo de las
tapas, decía Paco.
Poco
después “El Buen Humor” era ya el “consulado de todos los pueblos de la comarca
del Huecha” y, como muestra de ello, se detallaban los productos procedentes de
cada una de sus localidades con especial mención a los “a los erectos
espárragos Genaro de Fuendejalón” en homenaje al gran jotero, o “el finísimo
Gila de Bulbuente” ya que, por entonces, uno de los primeros vinos que se
embotellaron era el de Bodegas Gila, establecidas en ese municipio. Además,
indicaba que “doña Teresa tiene toneladas de calamares fritos procedentes de
sus particulares viveros de la Estanca de Porroyo”.
La
vena poética de Francisco Domínguez produjo este otro “poema” centrado sobre
todo en algunos productos estrella del bar: los pimientos y huevos rellenos y “esas
gordillas sin par, tan ricas y con más vueltas que un cordel de señalar”. Junto
con todo ello, la oportunidad de “comprarle al tío Capucho que’s atento y
servicial, el Heraldo, que es decano de la prensa regional”, pues no en vano
Domínguez fue durante muchos años corresponsal de ese medio de comunicación.
Su
prematura e inesperada muerte nos privó de nuevos alardes publicitarios que
podrían haber dado para escribir un libro que sirviera de consulta para los
especialistas en esa materia. No fue así, aunque nos dejó algunos artículos
dedicados a los bares y cafés borjanos, como señalamos al inicio de esta serie.
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