D. Manuel García Cebrián nos ha remitido imágenes de las dos
últimas excursiones realizadas por el grupo de naturalistas que, cada mes,
recorre nuestra comarca. Una de ellas fue realizada a los olivos centenarios
del barranco de la Peñazuela en Ainzón, de los que hemos publicado en nuestro
blog varios artículos. Fue un recorrido sumamente interesante, aunque el día
amenazaba lluvia.
Como es habitual, el grupo se dio cita en el parque de San
Francisco de Borja donde los expedicionarios tuvieron la oportunidad de contemplar
algunas especies existentes en el mismo, como esta Sabina negral (Juniperus phoenicea), cuyos frutos
(arcéstidas) tardan dos años en madurar, por lo que es frecuente ver juntos en la
misma rama a unos maduros y a otros inmaduros.
También este otro ejemplar de Espino de fuego. (Pyracantha coccinea), un árbol cuyo
intrincado ramaje y sus espinas es utilizado por los para hacer sus nidos. Es
muy utilizado en jardinería y también puede verse en las medianas de algunas
autopistas.
Desde allí partieron a su destino, pasando por la ermita de
San Sebastián, a la que dedicamos un comentario independiente, dejándonos estas
vistas poco frecuentes de Borja.
En la Peñazuela contaron con un guía excepcional, D. Adrián
Gracia Balaga, que está realizando un enorme esfuerzo para lograr la
declaración de ese excepcional conjunto de olivos del barranco, entre los que
predominan las variedades “estaca negra” y “empeltre”.
En esta empresa cuenta con la colaboración de especialistas
de la Universidad de Zaragoza y del Consejo Superior de Investigaciones
Científicas que han colaborado en la datación de esos olivos. Allí les mostró
el tronco de uno de los olivos que, aprovechando el que había sido talado, fue
objeto de un estudio riguroso que permitió conocer con precisión su edad.
De los olivos allí existentes, hemos publicado imágenes en
nuestro blog, en ocasiones anteriores, todas ellas realizadas por D. Adrián
Gracia. Entre ellas la de este ejemplar que sorprendió a los “expedicionarios”,
dado que todos esos troncos son brotes de un mismo olivo.
Algo que les llamó la atención fue el sistema utilizado para
sanar las grietas o "heridas" en el tronco de los olivos, mediante yeso
o cal viva, con los que se taba el hueco.
El barranco dispone, asimismo, de un sistema hidráulico que
parte de un azud situado en la parte alta del mismo, donde se recogía el agua
que, desde allí se distribuía a través de la acequia de la Peñazuela.
En torno a ella aún se conservan las tajaderas o “roldes”
labrados en piedra por las que el agua accedía a cada propiedad.
Una de las sorpresas de la excursión fue el hallazgo, bajo
un olivo de tres figurillas de cerámica, de las que únicamente conocemos estas
imágenes, pero que convendría estudiar, ante la posibilidad de que tengan
interés arqueológico, cuestión sobre la no podemos pronunciarnos, por el
momento.
También se incluyen en el reportaje que, como siempre, D.
Manuel García Cebrián ofrece en su blog, estas fotografías de un canalillo
excavado en la roca que va a desembocar en una pequeña oquedad, también
intencionadamente dispuesta, cuya finalidad no conocemos.
Pero no sólo contemplaros olivos, sino también otras
especies, como las reflejadas en estas imágenes: Manrubio. (Marrubium vulgare L.), también conocida
como “hierba callera”; el Abrojo (Centaurea calcitrapa) con su capítulos
de color rosa o morado y el involucro de brácteas espinosas; el Cambrón. (Lycium europaeum), un arbusto muy
ramoso, enmarañado y espinoso que se
utiliza como separador de terrenos en las lindes de caminos y ribazos, conocido
también con el nombre de "Spina
Benedicita" pues se cree que la Corona de Espinas de Cristo se hizo
con ramas de esta especie; o la Ruda (Ruta
montana), un antiguo abortivo, pero a la que los romanos consideraban capaz
de neutralizar el "mal de ojo", por lo que la llevaban encima y los
chinos la utilizaban para alejar los malos pensamientos. Más interesante es la
creencia de que si se pone una rama de ruda a la luz de la luna y se le entrega
al ser amado, se podrá conquistar su corazón para siempre.
También prestaron atención a esas muestras de la
arquitectura tradicional, como las cabañas de piedra seca que van desapareciendo,
poco a poco, y de las que apenas quedarán testimonios en un futuro no muy
lejano.
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