sábado, 7 de agosto de 2021

Visita al pozo de los Aines

         Grisel además de su castillo, convertido en alojamiento hotelero, ofrece otros atractivos turísticos entre los que destaca el llamado “Pozo de los Aines”, un curioso accidente geológico que probablemente conocen la mayor parte de los habitantes de esta zona y que aconsejamos visitar a todas aquellas personas que nunca se han acercado hasta allí.


         Se trata de una dolina ubicada en una zona de olivares en el interior de la cual, merced al microclima que allí existe crece una vegetación que contrasta vivamente con la de su entorno. Aún es más llamativa en invierno cuando el agua cae por sus paredes pero, incluso en verano, el verde tapiz de helechos ofrece una imagen inesperada.


         Para acceder hasta allí se parte del casco urbano de Grisel, a través de un camino bien acondicionado y señalizado que lleva hasta una amplia zona de aparcamiento que antes no existía. Desde allí se continúa a pie hasta el pozo. Comoquiera que vimos a algunas personas que se despistaban tras dejar el coche al comienzo del aparcamiento, queremos recordar que el arranque del camino que lleva hasta la sima está al fondo del mismo y, tras unos minutos andando, se llega a un olivar con mesas y bancos donde está el pozo rodeado por una valla de madera.




         Se puede acceder al interior a través de unas escaleras de piedra con apoya manos hasta llegar a una plataforma volada sobre el interior del pozo, desde la que se ofrece una completa visión del mismo.

         Frente a ella hay un banco y encima de él una caja con dos pulsadores, una para iluminación y el otro para poner en marcha una grabación que narra el legendario origen del pozo que, según la tradición, se formó al abrirse la tierra como castigo a un morisco que, incumpliendo el precepto de guardar las fiestas, estaba trillando en ese lugar. La tierra se lo tragó con su familia, animales y aperos.




          Al inicio del camino que conduce al pozo se pasa junto al pilar votivo dedicado a San Antonio de Padua, perfectamente encalado, que es uno de los muchos que este popular Santo tiene en diversas localidades aragonesas. Al tomar estas imágenes procuramos evitar los tendidos eléctricos y el poste existente tras él.





 

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