En el siglo XVII, la Orden de Predicadores fundó conventos en Aragón. Por orden cronológico fueron: el tercero de los de Zaragoza (1605), Teruel (1608), Magallón (1612), Jaca (1614) y Borja (1636). El de Magallón, por lo tanto, es anterior al de Borja.
Las gestiones para crear este convento se iniciaron en 1599, pero no fue hasta 1612 cuando llegó a la villa el P. Juan de Abarca con otros frailes, procedentes del convento de Predicadores de Zaragoza.
Son escasos los datos disponibles del mismo que fue edificado junto a la iglesia de Nuestra Señora de Huerta, convertida en Auditorio “Ramón Salvador”, a la que hicimos referencia en un artículo anterior, la cual fue cedida a la nueva comunidad por el concejo.
El convento se levantó gracias a las numerosas donaciones recibidas, entre ellas fincas y cerrados que garantizaban su supervivencia, como era preceptivo. Asimismo, durante muchos años, les fue encargada la predicación de la Cuaresma que era otro procedimiento para llegar recursos.
El P. Tomás Echarte O.P. aventuró la posibilidad de que la iglesia llegará a ser parroquia. Se basaba en el hecho de la existencia de una antigua Ración, intitulada “Vicaría de Santa María de Huerta”.
El edificio, de considerables dimensiones, es un bello ejemplo de la arquitectura tradicional aragonesa, con la característica arquería en su planta superior. Llaman la atención los grandes sillares situados en la zona inferior de su fachada lateral.
Elisardo Pardos Bauluz señalaba que dispuso, desde los primeros años, de “agua corriente”, merced a una tubería de barro cocido que la conducía desde la llamada “fuente del Ángel”. Frente al convento existió también una fuente pública.
El convento fue abandonado durante la Guerra de la Independencia, retornando los frailes al término de la misma, hasta su expulsión definitiva en la Desamortización.
Posteriormente, fue utilizado como Escuelas Públicas y, hace unos años, fue objeto de una completa rehabilitación. En él estuvo ubicada la Casa Consistorial, tras la evacuación de su antigua sede y antes del traslado a la nueva. En la actualidad, acoge a la Casa de Cultura que lleva el nombre de uno de los más insignes Hijos Adoptivos de la villa, D. Fernando Lázaro Carreter, cuyas cenizas reposan en el cementerio de la localidad.
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