Tradicionalmente
se ha venido dando el nombre de “palacio” a un edificio situado al final del
barrio de Sayón, al otro lado de la llamada “puerta de Sayón”.
En
algunos momentos llegó a ser considerada esta puerta como una de las de acceso
a la ciudad, lo cual es completamente falso como lo demuestran las propias
características de la misma.
Basta
comprobar la existencia, al otro lado, del cabecero de madera con sus
correspondientes “gorroneras” de las hojas para comprobar que estas no abrían
hacia el interior de la ciudad, como hubiera sido razonable en una de las
puertas de la cerca, sino que cerraban un recinto, el del “palacio”, situado
extramuros.
Se
llegó a afirmar que allí se alojaron los Reyes Católicos, durante su visita a
Borja, en agosto de 1492. Uno de los argumentos esgrimidos era la supuesta
existencia, sobre la puerta, de unos azulejos con la leyenda “Tanto monta,
monta tanto” de la que no existe ningún testimonio gráfico ni documental. Por
otra parte y como luego veremos, el “palacio” no existía en aquellos momentos.
Durante
algún tiempo, defendimos la posibilidad de que, en aquel lugar, se ubicase lo
que denominamos “judería baja”. Fue el prof. Motis Dolader el que nos hizo ver
el error, al demostrar que en la copiosa documentación consultada sólo aparecía
una judería en Borja, la ubicada en el Cinto.
Fue
en el Diccionario Biográfico,
aparecido en 2005, cuando al tratar del IV conde de Fuenclara, D. José Cebrián
y Alagón, cuando pudimos desvelar las incógnitas que se cernían sobre el
“palacio”.
Se
trataba de una propiedad que había pertenecido a la familia de los Vera, cuya
última descendiente Dª María Agustina Hipólita de Gurrea y Vera, condesa de
Castellflorit, la legó a su sobrina Dª Lorenza Agustín, que era la esposa del
citado conde de Fuenclara. En el testamento, otorgado en 1683, se hace
referencia a las casas que la condesa tenía en el barrio de San Juan y “que
comúnmente las dicen palacio”, con su huerta, jardines y corrales. Era, por lo
tanto, una finca de recreo, dotada de todo lo necesario para hacer grata la
estancia, que estaba cercada y a la que se accedía por una gran puerta.
En
ella se encontraba el IV conde de Fuenclara en 1706, cuando los austracistas
iniciaron las operaciones para reducir a los borjanos que permanecían fieles a
Felipe V. en principio decidió permanecer en ella, pero ante el rápido avance
de las tropas enemigas tuvo que huir precipitadamente, para refugiarse en
Villava (Navarra), en casa de su prima la marquesa de Lazán.
Se
ha conservado una parte del cuerpo principal del edificio en el que destaca la
gran galería de su planta principal, con arcos de medio punto, soportados por
finas columnas de piedra, en la actualidad cegada.
En
los muros se han conservado embutidas las columnas. Es seguro que las
dimensiones del edificio fueran mayores, pues aunque se aprecian siete arcos,
el último de la derecha está claramente mutilado.
Son evidentes los paralelismos de
esta obra con la Casa de la Concha, solar de la misma familia, como ya
advirtieron Bressel, Lomba y Marco en su obra Borja. Arquitectura y evolución urbana, en la que sugerían la
posibilidad de que fuera propiedad de los Coloma, lo que se ha revelado
inexacto. aunque en este caso la
decoración de los arcos es más rica y las columnas son anilladas.
Respecto
a las características constructivas, debemos señalar que la decoración de los
arcos de la Casa de las Conchas es más rica y, por otra parte, sus columnas son
anilladas.
No
sabemos si los Cebrián continuaron en posesión del palacio tras la Guerra de
Sucesión ni los daños que pudo sufrir en el transcurso del conflicto. Sin
embargo, en el revoco del cerramiento de la galería se conserva la fecha de
1736, en la que se llevó a cabo.
El
conjunto de la finca se ha conservado hasta nuestros días, en buena medida,
aunque muy degradado.
Lógicamente,
desparecieron los jardines y las tierras que lo rodeaban, convertidas hoy en
fincas de labor. En su parte posterior, fue construido el estanque que recoge
las aguas del río Sorbán, antes de iniciar su camino hasta la Estanca.
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