La
cofradía de San Bartolomé y la parroquia de Borja tienen el propósito de
acometer la restauración del busto procesional del Santo que, según documentó
el profesor Criado Mainar es una obra del escultor Baltasar de Arrás, al cual
le fue encargado por la cofradía el 10 de septiembre de 1538, junto con otras
dos “cabezas” de Santa Apolonia y San Acisclo que no se han conservado. Por
estos trabajos recibió una remuneración de 24 ducados de oro.
Con este motivo, Alberto Aguilera
Hernández ha preparado un informe en el que relaciona las distintas
intervenciones a las que ha sido sometida en el transcurso de una historia
salpicada de curiosos episodios.
Además de su calidad artística se da
la circunstancia de que es la obra más antigua documentada de las realizadas
por Baltasar de Arrás lo que justifica plenamente la decisión de restaurarla,
intentando devolverle la policromía original, ya que la actual corresponde a
una intervención realizada, en 1903, por el artista borjano D. Manuel Urchaga.
La imagen tuvo que ser sometida, en
otras ocasiones, a reparaciones motivadas por los daños que había sufrido como
consecuencia del “entusiasmo” de sus cofrades.
En 1931, D. Federico Bordejé narraba
que, durante la procesión, era frecuente realizar numerosos altos en el
trayecto para beber, lo que terminaba afectando al estado físico de los
“llevadores” que, al menos en dos ocasiones, dieron con el busto en tierra.
Por otra parte, en un artículo publicado en agosto de 1949 en Lauro, órgano mensual de la Congregación
Mariana y de los jóvenes de Acción Católica, se relataba una de esas caídas en
la que el Santo sufrió lesiones en uno de sus brazos.
Alberto Aguilera ha encontrado un acuerdo de la Junta de la cofradía,
celebrada del 24 de agosto de 1894, por el que se aprueba el pago de una peseta
a Tomás Casanova que “arregló el brazo del santo” y de otra peseta a Juan
Bandrés que “retocó la mano del santo y la pinto”. De ello podemos deducir que
la historia narrada en Lauro pudo
ocurrir.
También es perceptible la reconstrucción de la nariz y del labio
superior, como consecuencia de otra caída acaecida en fecha no determinada,
aunque Alberto Aguilera ha comprobado que ya, en 1848, “se arregló la mano del
santo y se retocó la cabeza y la barba”, tras sufrir algunos daños.
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