En
1620, nació en Borja Tomás Longás que, tras cursar estudios de Filosofía en la
Universidad de Huesca, marchó a Valencia donde se graduó como Doctor en
Medicina. Durante algunos años desempeñó la cátedra de Anatomía en esa
universidad, hasta que obtuvo la plaza de médico titular de la catedral de
Tarazona, ciudad en la que falleció en 1690.
Fue
un hombre de prestigio que se inscribe en la corriente de los novatores de la
práctica médica. Entre sus obras destaca el Enchiridion
novae & antiqvae medicinae dogmaticae pro cvratione febris malignae,
que dedicó al duque de Villahermosa, al que había tratado de un proceso febril
que tuvo gran repercusión. En la biblioteca del Centro conservamos una copia de
este libro que fue publicado en Zaragoza, en 1689. En aquellos momentos el Dr.
Longas residía ya en Tarazona, lo que hace constar en la portada del mismo. Es
curioso que, en contra de lo que solía ser habitual, no aparece ninguna
referencia a su origen borjano ni tampoco, se hace alusión al mismo en las
poesías laudatorias que se incluyen en la obra.
Sin
embargo, el nombre de este ilustre médico está asociado al de su hija Sor
Teresa Longás Pascual, nacida también en Borja en 1668. El 29 de octubre de
1679, cuando tenía poco más de once años de edad, tomó el hábito en el convento
de Santa Clara como religiosa de coro y organista. El 23 de abril de 1684, tras
cumplir los dieciséis, hizo la profesión perpetua. Ese mismo año, entró en el
convento su hermana Ana María, con doce años.
Sor
Teresa que era conocida en el claustro como “la Longasa”, alcanzó gran
notoriedad a raíz de unas supuestas visiones que decía tener. Según contaba, en
el transcurso de las mismas unos ángeles le dictaban obras de espiritualidad e,
incluso, la propia vida de Cristo.
Lo
sorprendente es que escribía sus obras con una pluma empapada en la sangre que
le brotaba de una herida abierta en su costado, cerca del corazón. El asunto
terminó mal ya que intervino la Inquisición y el 21 de junio de 1708 fue
sometida a un auto particular de fe celebrado en el convento de Jerusalén de
Zaragoza, siendo condenada a seis años de cárcel por “ilusa y sospechosa de
trato ilícito con su director espiritual” el franciscano fray Manuel del Val.
La Longasa
cumplió su condena y continuó en el convento de Borja, del que llegó a ser
abadesa, falleciendo en nuestra ciudad el 4 de enero de 1731.
Corta e inteligente vida la de nuestro amigo Tomás
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