Una
de las ventajas que nos está deparando nuestro blog es que, debido al elevado
número de entradas que nos llegan, nos permite incrementar los conocimientos de
Geografía ya que, en algunos casos, proceden de lugares que nos resultaban
desconocidos.
Este
el caso de las islas Diomedes, aunque deberíamos recordarlas pues a ellas hacía
referencia Umberto Eco en la novela que, en castellano, llevaba el título de La
isla del día de antes.
Las Diomedes son dos pequeñas islas situadas en el estrecho
de Bering, en el Círculo Polar Artíco que en el lenguaje esquimal llevan el
nombre de Imaqliq e Inaliq.
Con el de Diomedes fueron bautizadas por sus descubridores en recuerdo
del legendario héroe aqueo, amigo de Odiseo, que intervino en la guerra de
Troya.
Originalmente
pertenecieron al Imperio Ruso pero, cuando en 1867, Estados Unidos compró el
territorio que hoy constituye el Estado de Alaska, la frontera quedó
establecida entre las dos islas. La pequeña se convirtió en norteamericana y la
mayor siguió siendo rusa.
La
distancia entre ambas es de unos 3,5 kilómetros y como, durante la mayor parte
del año, las aguas están heladas la comunicación entre ambas es muy fácil.
Durante
los años de la Guerra Fría, la población de la isla rusa fue desalojada pero,
en la norteamericana se mantuvo este pequeño poblado que, en la actualidad,
cuenta con unos 150 habitantes, situado en una escarpada ladera. Sus habitantes
son esquimales y disponen de todos los elementos precisos para el desarrollo de
su existencia en condiciones extremas, entre ellas de conexión a Internet.
Pero
la singularidad de las islas radica en el hecho de que entre ellas pasa la
línea imaginaria que separa un día de otro, de manera que hoy, en la isla grande,
será 15 de noviembre, mientras que en pequeña, estarán todavía en el día
anterior.
Porque,
curiosamente, aunque el sol saldrá y se pondrá al mismo tiempo en las dos, la
diferencia horaria, oficialmente establecida, entre ambas islas es de 21 horas,
de manera que cuando en la isla rusa sean las 8 de la tarde, en la
norteamericana serán las 11 de la noche del día anterior.
Todo
ello nos proporciona una idea de que la medida del tiempo es algo, en cierto
modo, artificial y de la facilidad con la que los modernos medios de
comunicación pueden ponernos en contacto con los más remotos parajes.
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