Cuando
D. Juan de Coloma falleció el 14 de agosto de 1517 el único heredero legítimo
era su hijo Juan Francisco Pérez Calvillo de Coloma, fruto de su segundo
matrimonio con Dª Isabel Díez de Aux. El joven le había proporcionado algunos
disgustos por lo que, en el testamento, estableció una serie de cauciones,
entre ellas el que si “saliere muy vicioso de juegos y otros vicios públicos,
de manera que por juegos y por los dichos vicios disipare los bienes de la dicha
herencia” los albaceas no le dieran la plena posesión de la misma hasta cumplir
los treinta años.
Que
el joven Coloma fue un auténtico vividor, mujeriego y cruel no lo discuten
ninguno de los autores que se han ocupado de la familia, pero tuvo la fortuna
de tener como descendientes a unos personajes excelentes, tras haber
emparentado con una de las más importantes familias aragonesas, los Folch de
Cardona, en quienes recaía el título de Almirante de Aragón. Primero contrajo
matrimonio con María de Cardona, hija mayor del almirante D. Alonso de Cardona y,
tras su fallecimiento, con su hermana Catalina de Cardona.
Del
primer matrimonio nació D. Juan de Coloma y Cardona del que hablaremos a
continuación y del segundo D. Pedro de Coloma que heredó las posesiones
aragonesas, mientras que D. Juan recibió las del reino de Valencia,
escindiéndose a partir de entonces las dos ramas de la familia.
D.
Juan de Coloma y Cardona había nacido hacia 1522. Fue un militar destacado que
llegó a alcanzar el empleo de Capitán General, tras servir en Flandes y Milán.
En 1570 fue nombrado virrey de Cerdeña, cargo que desempeñó hasta 1577. En
recompesa por sus servicios, fue creado I conde de Elda, el 14 de mayo de 1577,
por Felipe II. Destacó, asimismo, como escritor siendo el autor de Decada de la Passion de Nvestro Redemptor
Iesv Christo y de Cántico de la
gloriosa resurrección. Casó por tres veces, la última de las cuales lo fue
con Dª Isabel de Saa, de distinguida familia portuguesa que había venido a
España como dama de la emperatriz Isabel, la cual le dio catorce hijos.
El
mayor, llamado Juan, falleció antes que el padre, sucediéndole en el título el
segundo de los hijos llamado Antonio.
Pero
uno de los más destacados miembros de la familia, fue D. Carlos de Coloma y Saa,
que era el cuarto. Nacido el 9 de febrero de 1566, quedó al cuidado de su madre
en el castillo de Elda, mientras su padre ejerció como virrey en Cerdeña, donde
estuvo acompañado por sus dos hijos mayores. Al cumplir los 14 años, inició su
carrera militar, a las órdenes del duque de Alba, con ocasión de la conquista
de Portugal en 1580. A partir de entonces, participó en numerosos hechos de
armas, especialmente en Flandes, donde sufrió heridas en una mano, en 1589. En
1600, fue nombrado Capitán General del Rosellón y la Cerdaña y, entre 1612 y
1617, fue Capitán General y virrey de Mallorca. Tras desempeñar el cargo de
embajador en Londres, entre 1622 y 1624, retornó a Flandes, donde estuvo en la
rendición de Breda, llegando a asumir el mando de todas las fuerzas españolas
desplegada en esa zona. Entre 1629 y 1631, estuvo nuevamente en Londres como
embajador, logrando alcanzar la firma del tratado de paz entre España e
Inglaterra. Al término de su misión fue nombrado Maestre de Campo General del
ejército de Flandes y, posteriormente, del de Lombardía.
A
su impresionante hoja de servicios hay que unir su condición de escritor pues
fue el autor de Las Guerras en los Estados Bajos desde el año de 1588 hasta el
de 1599, obra de la que se hicieron numerosas ediciones, alguna muy reciente.
Fue, asimismo, traductor del escritor romano Cornelio Tácito. Sus versiones de
los Anales y de las Historias han sido también objeto de
numerosas ediciones.
El
tercero de los hermanos, Alonso, nacido en Elda en 1555 siguió la carrera
eclesiástica, siendo nombrado obispo de Barcelona en 1599 y consagrado el 28 de
noviembre de ese mismo año. El 13 de enero de 1603 fue promovido a la sede de
Cartagena, ciudad en la que falleció el 20 de abril de 1608.
Es
imposible enumerar aquí a todos los personajes que destacaron dentro de la
familia Coloma, dejando constancia únicamente de los citados, por su condición
de hijo, nietos y bisnietos de D. Juan de Coloma. Pero hubo muchos más,
anteriores a D. Juan y posteriores a los reseñados. La estirpe de los Coloma,
por línea de varón se extinguió al morir sin descendencia, en 1729, el VI conde
de Elda D. Francisco Coloma y Leyva, heredando el título su primo Gonzalo José
Arias-Dávila Coloma, conde de Puñonrostro. A través de esta casa, el título
paso más tarde a los duques de Fernán Núñez. En 1918, la III duquesa de Fernán
Núñez, Dª María del Pilar Osorio y Gutiérrez de los Ríos, segregó el mismo en
favor de su nieto D. José Falcó y Álvarez de Toledo, al que sucedió, en 1984,
su actual poseedor D. Enrique Falcó y Carrión.
A lo largo de estos tres artículos hemos
tenido ocasión de comentar la historia de una familia que, en sus inicios, estuvo
íntimamente vinculada a nuestra ciudad y a la que perteneció uno de los personajes
más destacados nacidos en ella, el Secretario de los Reyes Católicos D. Juan de
Coloma.
Pero,
a pesar de su importancia, la atención que le ha sido dispensada ha sido
escasa. En 1939, el M.I. Ayuntamiento de Borja, atendiendo a la petición
formulada por el párroco de Santa María D. Roque Pascual, le fue dedicada una
calle. La lápida de la misma fue retirada hace unos años y sustituida por un
azulejo de menor tamaño, colocado en el hueco que quedó.
Como
se ha recordado estos días, cuando en 1970 se creo el Colegio Libre Adoptado,
se decidió darle el nombre de este ilustre borjano pero, al ser transformado en
Instituto, los responsables del mismo optaron, en aquel momento, por
sustituirlo por el de Juan de Lanuza atendiendo, quizás, al hecho de que, en
las alteraciones de 1591, Borja fue una de las pocas poblaciones aragonesas que
se puso del lado del monarca, facilitando el paso de las tropas reales que
entraron en Aragón en unas dramáticas circunstancias que culminaron con la
ejecución del Justicia.
El
Centro de Estudios Borjanos quiso recordarlo, con ocasión del V Centenario del
Descubrimiento, creando un Premio de Investigación que llevó su nombre y que se
convocó durante los ocho años anteriores a 1992.
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