Una
de las visitas más interesantes que hemos efectuado el pasado fin de semana fue
a las Grutas de Cristal de Molinos. La ascensión por una pronunciada y larga
escalera es un tanto penosa, pero finalmente pudimos llegar a la entrada de las
cuevas uniéndonos al último grupo que las visitaba al atardecer de ese día.
Las
grutas fueron descubiertas en 1961, de manera accidental, por un grupo de
espeleólogos y, en 2006, fueron declaradas “Monumento natural” por el Gobierno
de Aragón. En la actualidad constituyen el principal recurso turístico de la
zona, con una media de visitantes superior a los 35.000 anuales. Dadas sus
características, la visita se realiza en grupo, con el acompañamiento de un
amable guía y el apoyo de un sistema de luz y sonido que permite conocer las
características de las grutas.
El conjunto está constituido por las cuevas de las Graderas, las que se visitan, y la cueva de las Baticambras, aunque quedan por explorar nuevos tramos. Aquí se encontró el llamado “hombre de los Molinos”, que vivió allí hace unos 25.000 años, siendo el testimonio de nuestra especie más antiguo localizado en Aragón. Por otra parte, la cueva de las Baticambras alberga una numerosa colonia de murciélagos, pertenecientes a tres especies diferentes.
La
visita resulta especialmente interesante, dada la variedad de formaciones
geológicas que el agua ha ido creando, por efecto del fluir a lo largo de
dilatados periodos de tiempo. Algunas de ellas no son fáciles de observar en
otros lugares, por lo que aconsejamos desplazarse hasta Molinos para
conocerlas. No podemos dejar de reseñar el problema planteado por la acción
antrópica de su explotación, aunque esperamos que los técnicos que lo estudian
encuentren la solución más adecuada.
La
visita a las grutas se complementa con la del propio municipio de Molinos,
donde hay monumentos tan importantes como la Casa Consistorial y el torreón
anexo o la magnífica iglesia parroquial de Ntra. Sra. de las Nieves, declarada
Bien de Interés Cultural, con dos espléndidas portadas, aunque, como en casos
anteriormente comentados, perdió todo su exorno artístico en la Guerra Civil.
Su
plaza porticada y los palacios que jalonan el casco antiguo constituyen una
grato sorpresa para quienes recorren sus calles, mucho más activas que en
localidades cercanas. Por otra parte, aunque no pudimos verlos, existen tres
museos, el de Molinos, el Eleuterio Blasco Ferrer, con la obra que este artista
cedió a la localidad y la Sala de
Exposiciones permanente del colectivo agu-A-rte.
No
podemos dejar de reseñar esa otra maravilla natural que es el barranco de San
Nicolás que divide el casco urbano y con el mirador del Príncipe, en uno de sus
extremos que impresiona por su belleza y altura.
Queremos
agradecer a D. Raúl Utrilla Muñoz la cesión de las fotografías que ilustran
este reportaje.
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