D.
Javier Bona López, en su incansable búsqueda de temas relacionados con nuestra
zona, ha localizado un ejemplar de la revista La Ilustración Artística, correspondiente al 24 de octubre de 1910,
en el que aparece un relato que tiene como escenario la localidad de Trasmoz.
Nos lo ha remitido y hemos querido reproducirlo, dado que constituye un
magnífico ejemplo, dentro del género negro, que tanto interés despierta entre
nosotros, a raíz de los concursos anuales que convoca el M. I. Ayuntamiento de
Borja, con ocasión de las jornadas del “Aragón negro”.
Conviene
recordar que la revista se editaba en Barcelona, donde apareció su primer
número el 1 de enero de 1882. Siguió publicándose con periodicidad semanal
hasta finales de 1916 y en ella colaboraron destacados escritores españoles.
Muy bien ilustrada, inicialmente con grabados y, posteriormente, con
fotografías contribuyó a dar a conocer obras relevantes, de la producción
pictórica europea.
El relato
que nos ocupa y que reproducimos en alta resolución para que pueda ser leído,
lleva por título “El cirio de arroba” y hace referencia a un terrible crimen,
perpetrado en las personas de unos pastores, en Trasmoz. El pueblo queda
consternado por lo ocurrido y la crueldad con la que se llevó a cabo. La dueña
del ganado, una prestigiosa dama a la que se da el nombre de Dª Rita Benito, con
el fin de que el asesinato no quedara impune hace voto, ante la imagen del
Santo Cristo, de ofrecerle cada año un “cirio de arroba” si el criminal era
descubierto. Todos se retiran a sus casas, mientras la noche, “descendiendo de
las cimas del Moncayo, se abrazó con las tinieblas que subían de los valles de
Tarazona y Borja”. Nada hacía suponer que, al amanecer, la Guardia Civil se iba
a presentar a las puertas de la casa de Dª. Rita, para proceder a la detención
del responsable del crimen, su propio hijo. El desenlace tiene lugar al año
siguiente, cuando tras la tradicional procesión con el Santo Cristo, Dª Rita se
presenta en la iglesia y deposita ante Él, ese cirio de una arroba que había
prometido ofrecerle cada año.
El
autor del relato fue José Pérez Hervás, nacido en Valencia en 1880, cuya vida
tiene también aspectos novelescos, pues tras cursar el Bachillerato en el Colegio
de Huérfanos de la Guerra, en Guadalajara, viajo a Filipinas en 1897, donde le
sorprendió la guerra y, tras la salida de las fuerzas españolas, decidió
incorporarse al Ejército filipino. Tenía 19 años e hizo fortuna, alcanzando el
grado de Capitán, en los enfrentamientos con los norteamericanos. Después viajo
como marino en el Extremo Oriente, regresando a España para, en un sorprendente
giro de su vida, ingresar en la Compañía de Jesús, donde permaneció ocho años,
siguiendo el curso de formación establecido para todo jesuita, antes de su ordenación
sacerdotal. Una de esas etapas es la conocida como de “maestrillo” en un
colegio. Lo enviaron al de Sarriá en Barcelona y allí su vocación entró en
crisis, abandonando la Compañía e iniciando un nuevo camino como traductor y profesor
de idiomas (había estado en Inglaterra), mientras colaboraba en diversos
diarios y revistas, entre ellas La Ilustración Artística. Escribió mucho, con
su nombre y con varios seudónimos, llegando a destacar como poeta. También fue
autor de una Historia del Renacimiento
en tres volúmenes, o un curioso Diccionario
de Correspondencia Comercial, en el que demostró su dominio del francés, inglés,
alemán e italiano, conocimientos que le sirvieron para traducir obras tan
importantes como La historia de los tiempos modernos, de la Universidad de Cambridge
y otras no menos destacadas. Fue también colaborador de la “Espasa”, la gran
enciclopedia en lengua española, en donde se hace referencia a su biografía.
El
relato se ilustra con un dibujo (tal vez acuarela en el original) de Arcadio
Mas y Fondevila (1852-1934), un pintor natural de Barcelona, donde inició su
formación que completó con una dilatada estancia en Italia, merced a una beca
del Ayuntamiento de la ciudad condal. Al regresar se estableció en Sitges,
donde con su amigo el también pintor Juan Roig y Soler fundó la llamada “Escuela
Luminista de Sitges”. A lo largo de su trayectoria artística recibió varios
galardones y mantuvo una cordial relación con destacados artistas de la época.
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