La
visita al cementerio de Tierga nos permitió fotografiar el monumento dedicado a
la memoria de varios borjanos y de un ainzonero, fusilados en 1936 y cuyos
restos supuestamente fueron enterrados en una fosa común. Sabíamos del homenaje
que, en su momento, les fue tributado pero no esperábamos que se hubiera
elegido para ello ese lugar, por las razones que vamos a comentar.
En primer lugar, hay que hacer mención
a los nombres que aparecen en la placa situada sobre la roca empleada como basa
de la misma. Son los de Marcelino Román Redondo Chueca, que había nacido en
Illueca en 1875 y se estableció en Borja, tras contraer matrimonio con Julia
Sánchez Castellot, el cual fue fusilado el 18 de septiembre de 1936, junto con
sus hijos Andrés Redondo Sánchez (1904-1936) y Mariano Redondo Sánchez
(1907-1936), así como con Alejandro Lajusticia Litago (1909-1936); Juan Mariano
Pardo Yoldi (1906-1936); Simón Sanmartín Yera (1881-1936) y D. Baltasar
González Ferrández (1861-1936), al que no se menciona en la placa,
probablemente porque sus restos reposan en el Cementerio de Borja, al que
fueron trasladados después de la Guerra Civil.
Nos llamó la atención algunos detalles,
como el que no se haga constar la edad
de Juan Mariano Pardo, dado que este dato, como todos los anteriores, fueron
publicados por nuestro Centro. Por otra parte, la edad de de Simón Sanmartín,
natural de Ainzón era de 34 años, en el momento de su muerte, pues había nacido
el 28 de octubre de 1881. También es curioso que se incluyera el nombre de Luis
García Gómez pues no fue fusilado en
Tierga ni murió en septiembre de 1936, como parece deducirse de la inscripción,
ya que murió el 24 de julio de 1936.
Nos
comentaron que se habían hecho excavaciones previas en ese lugar, sin encontrar
sus restos, llegando a la conclusión que la fosa había quedado oculta por la
edificación de los nichos ahora existentes, pero la explicación es otra. El
actual cementerio no es el que había en 1936, sino que fue construido mucho más
tarde. El antiguo estaba en el lugar donde se edificaron la Escuelas, en la
década de los años 50 del pasado siglo.
Precisamente,
frente al monumento hay un espacio, salpicado de antiguas lápidas, en donde una
inscripción indica que allí hay una “Fosa común donde descansan los restos
encontrados en el antiguo cementerio sobre el que se construyeron las Escuelas
Municipales”. No todos los restos fueron trasladados, sino solamente aquellos
que estaban en nichos (algunos abandonados) o los que aparecieron en las obras.
El destino de todos ellos se resolvió mediante este enterramiento colectivo,
práctica habitual en muchas ocasiones, como ocurrió recientemente en otro
cementerio de nuestra comarca, tras ser arrasado por las aguas, o con los que
se exhumaban de sus nichos, al cabo del tiempo concertado en el momento del
enterramiento. Lo mismo podría decirse de los encontrados en muchos templos
que, tras las obras de restauración, fueron acumulados en un osario o fosa
común, lugar en el que, antes o después, suelen terminar todos.
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