El Dr.
D. Alberto Aguilera nos facilitó la lectura de la tesis doctoral que sobre
“Religiosidad morisca. Los nuevos convertidos de moro en la Diócesis de
Tarazona (1526-1610)” que, bajo la dirección del Prof. D. Gregorio Colás
Latorre, defendió D. Jorge del Olivo Ferreiro el pasado año en la Universidad
de Zaragoza.
Su
contenido es de gran interés por los numerosos datos que aporta sobre diversas
localidades de nuestra comarca, incluyendo alguna como Agón que pertenecían a
la diócesis de Zaragoza en aquellos momentos.
La
investigación se ha centrado, fundamentalmente, en el Archivo Diocesano de
Tarazona en donde se conservan los de algunas parroquias que, originalmente
pertenecieron a Zaragoza, como el citado caso de Agón y otros. No ha
consultado, en cambio, los de las restantes parroquias de nuestra zona lo que
quizá haya podido influir en que no se mencionen episodios de cierta
importancia a los que hemos hecho referencia en otras ocasiones y que volvemos
a recordar.
Ese es
el caso de un “Sermón de Ramadán” que fue encontrado en Borja, en 1842 junto
con otros manuscritos aljamiados que se conservan en la Real Academia de la
Historia. Dio noticia de ellos M. G. Ticknor en su Historia de la Literatura Española, traducida al español en 1856
por el Académico de la Historia D. Pascual de Gayangos quien, en una nota del
apéndice al tomo IV, describía las circunstancias del descubrimiento que, por
su interés, volvemos a reproducir:
“Hállase este poema aljamiado en un tomo de misceláneas arábigas, en 4º,
de letra, al parecer, de fines del siglo XVI, y que, según nos han informado,
procede de la villa de Borja, en Aragón, donde fue hallado en 1842 a vueltas de
otros varios, al derribar unas casas que en lo antiguo fueron aljama o
ayuntamiento de moriscos. El que los descubrió, hombre codicioso e ignorante,
creyó desde luego, como en semejantes casos acontece, que aquellos libros eran
otras tantos indicios de algún tesoro allí encerrado desde el tiempo de los
moros; túvolos algunos años en su poder, reservándolos hasta de su propia
familia, y sin dejarlos ver de personas que pudieran haberle desengañado acerca
de su contenido, gastó no pequeña parte de su hacienda en hacer secretamente
excavaciones que le condujesen a vista del supuesto tesoro; y a su muerte,
ocurrida catorce años después, tan solo pudo hallarse el que ahora se describe.
Hemos creído deber hacer esta digresión por ver si se puede poner coto a la
especie de persecución que a todas horas y en todos los ángulos de la monarquía
se está ejerciendo contra esta clase de monumentos escritos, que así pueden
aumentar el caudal de nuestra literatura, como arrojar luz sobre la historia
civil de aquella raza, resto de los antiguos conquistadores”.
Por
otra parte, la Profª Dª Ana Labarta López, Catedrática de Estudios Árabes e
Islámicos de la Universidad de Valencia, y D. José Carlos Escribano Sánchez
quienes, en 2000, publicaron en Anaquel
de Estudios Árabes un artículo titulado “Las bibliotecas de dos alfaquíes
borjanos”, el hallazgo de un documento localizado en el Archivo Histórico de
Protocolos Notariales de Borja, donde se detallaban los libros que fueron
entregados a las autoridades por los alfaquíes (o expertos en la Ley coránica)
Ali Alguaquiel y Amet Abranda.
Una
cédula de Carlos V forzó la conversión de todos los musulmanes aragoneses en
1525, obligándoles a abandonar sus costumbres y, de manera especial, a entregar
todos los textos relacionados con su antigua religión. Así lo hicieron en
Borja, esos dos importantes personajes de la comunidad musulmana, quedando
registrada la entrega efectuada el 25 de enero de 1526 en el protocolo del
notario Lope de Aoíz.
El
acto se llevó a cabo en las casas de Ali Alguaquiel, sitas en el “barruelo de
la morería”, en presencia del Justicia de Borja Antón de Alberite y de los
Jurados Andrés de Mendoza, Lorenzo Tolosa y Juan de Erla, dando cumplimiento a
lo dispuesto por el Rvdo. Micer Bernat Jordán, doctor en Teología y Comisario
Apostólico de los “inquisidores en el río y circunvecindad de la dicha ciudad”.
En
total, fueron 56 los libros entregados, referenciados de manera imprecisa en el
acta de recepción, a pesar de lo cual constituye un documento singular por
reflejar el contenido de una biblioteca particular en aquellos momentos, sobre
lo que no se han conservado otros testimonios. Lamentablemente, no existen
noticias del destino de aquellos libros.
Muy interesantes son las noticias que el Prof.
D. Francisco Ynduraín dio a conocer en su libro Los moriscos y el teatro en Aragón. Auto de la destrucción de Troya y
comedia pastoril de Torcato, publicado por la Institución “Fernando el
Católico” en 1986. En él se estudian
estas obras teatrales inéditas del siglo XVI que aparecieron en un legajo de la
Sección del Santo Oficio de la Audiencia Territorial de Zaragoza, dentro de una
causa incoada en 1575 contra algunos moriscos de Borja y Maleján.
El
23 de agosto de 1574 la plaza de La Goleta, en el norte de África, que había
sido conquistada, junto con Túnez, por el emperador Carlos V, volvió a caer en
manos de los turcos. Este acontecimiento produjo el lógico pesar en la
Cristiandad, aunque los moriscos españoles la recibieron con una alegría,
apenas disimulada.
Poco
después de la caída de La Goleta, los moriscos borjanos representaron ese Auto de la destrucción de Troya y, unos
días más tarde, fueron a Maleján donde se puso en escena la otra comedia “en
tiempo de su Ramadán y casi en vísperas de Pascua”, lo que motivó la
intervención de la Inquisición, a denuncias de un informante borjano.
Junto con interés de estas obras de teatro, estudiadas por el Prof.
Ynduraín, debemos señalar que el Auto de la destrucción de Troya había sido
escrito por Francisco de Arellano, natural de Ágreda y “habitante en la villa
de Ambel”, según se hace constar, aunque no han podido encontrarse más datos de
este escritor.
En el siglo XVI el solo nombre de la
Inquisición despertaba un respeto y temor, especialmente entre los miembros de
los colectivos que eran objeto de especial atención, como era el caso de los
nuevos convertidos.
De
ahí que el miedo que se apoderó de los moriscos del “río de Borja”, nombre que
hacía alusión a nuestra comarca, cuando apareció por aquí un nuncio del Santo
Oficio que portaba un “palo pequeño con su cruz, como vara de justicia”,
forzándolos para que abandonasen sus residencias. El “nuncio” era un
funcionario de bajo nivel, encargado de dar a conocer los comunicados del
tribunal de la Inquisición, un cometido muy diferente a los alguaciles que
podían prender y llevar a cabo actos de jurisdicción.
Tras recorrer algunas localidades, se presentó en Bulbuente, citando
secretamente al morisco Miguel Arenoso y a otros nuevos convertidos,
amenazándoles mientras les mostraba su vara.
Bulbuente era propiedad de los abades de Veruela y, por lo tanto, sus
habitantes dependían del mismo. En aquellos momentos, estaba residiendo en el
palacio que tenían en esa localidad fray Antonio Lázaro, cillerero del
monasterio, el cual, al enterarse de lo que estaba sucediendo, sospechó del
nuncio y, en un gesto de audacia, lo prendió y lo encerró en la “cija del
castillo” (cuadra). Fue una decisión no exenta de riesgo, ya que los
funcionarios de la Inquisición tenían un estatus especial y su labor no podía
ser obstaculizada por ninguna otra autoridad.
Inmediatamente, el cillerero dio cuenta de lo ocurrido al abad del
monasterio, D. Lope Marco que se encontraba en Zaragoza, el cual se puso en
contacto con los inquisidores quienes le comunicaron que no tenían ningún dato
del citado individuo, pidiéndole que lo enviara al castillo de la Aljafería,
sede del tribunal del Santo Oficio, donde tras el oportuno interrogatorio
llegaron a la conclusión que era un
simple “chocarrero” (fullero, tramposo), devolviéndolo a Bulbuente “para que le
diesen cien azotes por su bellaquería”, cosa que el cillerero cumplió con
gusto, paseándolo por las calles del lugar, montado en un asno, mientras era
convenientemente azotado, siendo después desterrado “de todo el abadiado”. Al
final del relato se hace constar que “el hombre era natural de Purujosa”.
Podríamos
citar más casos, entre ellos el de un habitante de Albeta al que le fue
incautado un libro aljamiado, junto con el tintero y cálamo con los que
escribía, los cuales se conservan en la Biblioteca Nacional de París, pero es
un tema abierto a nuevas investigaciones para las que la tesis del Dr. del
Olivo constituye una significativa aportación.
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