martes, 17 de enero de 2023

Santos barbudos

 

         El pasado domingo una publicación eclesial incluía un artículo con el llamativo título de “Santos barbudos entrañables: Antón, Sebastián y Pablo Ermitaño”. Al margen de la discutible oportunidad de utilizar esa denominación popular en una revista de esas características, su autor incurrió en el error de incluir entre los barbudos a San Sebastián que, además de un ejemplo admirable, fue todo menos barbudo.


           Hoy estamos celebrando la fiesta de San Antón, el tercero de los Santos incluido en esa serie, conocida popularmente como “Semana de los barbudos”, que se inicia con San Pablo ermitaño (15 de enero), continúa con San Mauro abad (16 de enero) y concluye con San Antonio Abad o San Antón (17 de enero), aunque puede tener continuidad con otros santos.

         Esa irreverente denominación de “barbudos” ha llegado al refranero popular: "Semana de los Barbudos, semana de estornudos" o a dichos tan conocidos como el referido a un incompetente escultor “Sin con barbas San Antón y si no la Purísima Concepción”. En Cataluña son varios los refranes que los relacionan con el frío: “Sant Antoni del porquet és el primer sant del fred” o “Sant Antoni el gela, Sant Vicenç el mata i la Candelera l’enterra”. Hasta ahora, el tiempo no ha hecho honor al frío propio de la época, aunque parece que va a cambiar.


Guido Reni (1616)

         Pero, lo que realmente nos sorprendió fue la inclusión de San Sebastián entre esos “barbudos”, como hemos comentado. Porque era un joven militar romano que llegó a ser comandante de la primera cohorte de la guardia pretoriana.

         Era cristiano, circunstancia que el emperador desconocía. Al ser descubierto, se le ofreció elegir entre la Fe y su condición militar. Dando pruebas de un heroísmo singular, prefirió ser condenado por Maximiano, corregente con el emperador Diocleciano, siendo atado a un poste y asaeteado por sus propios soldados. Pero, contra lo que suele ser creencia común, no murió y recuperado de sus heridas terminó siendo decapitado más tarde, por lo que, en su iconografía suelen ser representado con dos coronas, en alusión a su doble martirio.


Guido Reni (1617-1619)

François Guillaume Ménageot (siglo XVIII)

         Tradicionalmente, la representación de su martirio ha sido utilizada por los artistas para mostrar la belleza del cuerpo desnudo masculino, hasta el punto de convertirse en un icono de determinados movimientos.



         Pero, en ocasiones, se ha llegado más lejos, al presentarlo como un adolescente, tal como lo hizo Alonso Berruguete en esta talla que se exhibe en el Museo Nacional de Escultura de Valladolid.

         Como puede verse, nada más alejado de su supuesta condición de “barbudo” que le atribuía el artículo comentado que, si no estuviera ya en la Gloria, podría haber supuesto para el Santo un tercer martirio.


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