Además de las cabañas
de planta circular con cúpula y de los refugios a pie de camino que nos ha
mostrado en anteriores artículos Pedro Domínguez Barrios, las más frecuentes en
nuestra zona son las cabañas de campo, para apoyo de las faenas agrícolas,
sirviendo para guardar algunos aperos y protegerse de las inclemencias del
tiempo.
Son
siempre de planta cuadrangular y reducidas dimensiones, cubiertas a dos aguas.
Habitualmente son de una o dos plantas, aunque excepcionalmente podemos
encontrar algunas de tres plantas. Existen algunas diferencias en función de su
ubicación, en zona de secano o de regadío.
Para su construcción se utilizaban los
materiales de la zona. En las dos primeras fotografías puede verse una cabaña
levantada con lecha, mientras que en esta otra se utilizó el canto rodado.
En su ausencia se empleaba el adobe, siempre
dispuesto a tizón, como puede apreciarse en este otro ejemplo con su cubierta a
dos vertientes de las que, lamentablemente, han sido retiradas las tejas.
Sin embargo, no es raro
encontrar otras en las que, sobre un zócalo de piedra o canto rodado, se
disponen los adobes, enlucidos en yeso. En cierto modo, recuerdan una tipología
ya usada en épocas prehistóricas, aunque entonces no se cubrían con teja.
Las cabañas tenían huecos
de ventilación cruzada, como se aprecia en esta fotografía y la cubierta, como
hemos señalado, estaba formada por un entramado de madera, de simples ramas en
muchos casos, tablero del mismo material o de cañizo en algún caso, y teja
árabe o un simple manto de tierra, de unos 25 a 30 centímetros, más frecuente
en las cabañas de piedra.
En terrenos cultivados en ladera o terrazas, las
cabañas se construían a modo de semi-cueva, aprovechando el desnivel del
terreno y el ahorro de material que suponía, como este ejemplo que corresponde
a una cabaña de El Buste.
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