En
1989, en nuestra revista Cuadernos de
Estudios Borjanos se publicó un artículo, titulado “Obradores de cerámica
en Magallón. Un estudio de Etno-Arqueología”, que firmaba Ángel Borobia Tolosa,
el último alfarero activo de esa localidad y los arqueólogos Christopher
Gerrard y Alejandra Gutiérrez.
Magallón
fue una localidad de gran tradición alfarera en la que, a lo largo del siglo
XIX, cuatro familias se dedicaban a este menester con sus obradores agrupados
en el “barrio industrial” de El Quez, donde llegaron a construirse otros
alfares de vida efímera.
En
aquel documentado y extenso artículo, los autores daban a conocer a los
componentes de aquellas sagas familiares, las características de los hornos y
los métodos utilizados en la elaboración de las distintas piezas.
Iba
ilustrado con una serie de fotografías, alguna de las cuales hacían referencia
al horno todavía activo de Ángel Borobia, junto con otras de alfares ya
abandonados, dentro de esa peculiar agrupación, sobre cuyas razones se
interrogaban los autores al constatar los escasos beneficios obtenidos al
concentrarlos en un determinado espacio como el barrio de El Quez, ya que cada
alfarero trabajaba con independencia y frecuentemente manteniendo tensas
relaciones entre ellos.
Casi 20 años después, Enrique Lacleta ha vuelto a El
Quez para ofrecernos las imágenes que hoy damos a conocer del estado en el que
se encuentran aquellos alfares completamente abandonados en los que los restos
de sus cámaras llaman la atención por su belleza.
En
alguna ocasión hemos sugerido que, dada la importancia que esta artesanía tuvo
para Magallón, hubiera sido conveniente
mantener alguno de estos obradores como “Centro de Interpretación” de la
alfarería, con sus instalaciones acondicionadas y una pequeña exposición de los
distintos tipos de piezas que se elaboraban.
No
ha sido así y el barrio de El Quez se va arruinando, poco a poco, en el más
completo de los abandonos, a pesar de su interés etnológico y como testimonio
de una época que confirió personalidad propia a ese municipio.
Sirvan
al menos estas fotografías de Enrique Lacleta como testimonio de los últimos
restos conservados de lo que, en gran medida, es un ejemplo de arqueología
industrial, cuya indudable belleza no escapa a la percepción de nuestros
colaboradores, pues Pedro Domínguez Barrios también nos envió, recientemente,
un reportaje sobre este mismo tema al que pertenecen las siguientes fotografías.
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