No
hace muchos días, en nuestro recorrido por tierras castellanas, visitamos
Ayllón, una localidad con numerosos monumentos de gran interés, indirectamente
relacionada con nuestra ciudad pues, desde allí, llegaron varias religiosas
concepcionistas que pasaron a formar parte del convento de Borja.
Aunque
merecería la pena comentar la belleza de algunos de sus edificios más
representativos, lo que también nos llamó poderosamente la atención es el
aspecto que presentaban sus cuidadas calles gracias, en gran medida, a las
flores y plantas que engalanan sus balcones y ventanas.
No
es un caso único pues también vimos algo semejante en la plaza mayor de
Cuéllar, otra hermosa localidad segoviana. Es evidente que la colaboración de
los vecinos contribuye, en gran medida, al ornato de nuestros municipios.
En
este sentido, siempre nos hemos interrogado acerca de las razones por las que,
en Borja, esta costumbre arraigada en el pasado ha ido decayendo en nuestros
días. De hecho, en muy pocos edificios vemos flores, aunque las hay en algunos
particulares. No hace mucho, nuestro Ayuntamiento propició una campaña para
estimular este proceder, aunque sin demasiado éxito. La sede del Consejo
Comarcal, en la calle Nueva, se vio poblada de geranios rojos, algo que
quisimos imitar en la Casa de Aguilar, con la desagradable sorpresa de que los
geranios de nuestro balcón no llegaron a dar flores ni el pasado año ni a lo
largo de este verano, a pesar de los cuidados a que los sometimos.
No
sabemos si en ello influye el clima, pero debemos insistir en esta cuestión,
pues la imagen que ofrecerían las calles borjanas sería radicalmente diferentes
si las flores volvieran a las fachadas de todos nuestros edificios.
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