martes, 25 de septiembre de 2018

Los símbolos municipales en el Ayuntamiento de Santiago


         Durante la visita efectuada al Palacio de Rajoy (Pazo de Raxoi), sede de la corporación municipal de Santiago de Compostela tuvimos la oportunidad de contemplar la forma en que son conservados los símbolos municipales de la ciudad, a los que vamos a referirnos en este comentario.




         Antes, debemos recordar que el palacio está  situado en la plaza del Obradoiro, frente a la catedral, y fue construido en 1766, como consecuencia de la decisión adoptada por la Capitanía General de Galicia y la  Real Cámara que, para compaginar los intereses contrapuestos del arzobispo D. Bartolomé Rajoy Losada y del concejo, encargó al arquitecto francés Carlos Lemaur el proyecto de un magnífico edificio que sirviera al mismo tiempo de seminario para confesores, como deseaba el arzobispo y de sede del consistorio compostelano.




         De clara inspiración francesa, cuenta en su planta noble con varias salas a las que se accede por una gran escalera monumental, presidida por el busto del arzobispo que le da nombre.





         En el  Salón principal, donde fuimos recibidos por el Sr. Alcalde, pudimos ver el pendón de la ciudad, en el interior de una vitrina, mientras que al otro lado se encontraban las banderas de España, de Galicia, de la ciudad y de la Unión Europea, distinguiendo claramente lo que es el pendón histórico de la bandera, algo sobre lo que venimos insistiendo reiteradamente en nuestra ciudad, donde el pendón ocupa el lugar de la bandera.




         Al otro extremo y en sendas vitrinas se guardas las mazas de plata, otro de los elementos distintivos de la corporación. Lo mismo debería suceder en Borja, aunque en este caso las mazas originales de plata fueron robadas durante la Guerra de la Independencia, siendo las actuales consecuencia de la decisión adoptada en 1889 para que el Ayuntamiento de Borja pudiera concurrir con la debida solemnidad a los actos conmemorativos del I Centenario de la Virgen de la Peana, reemplazando a las de madera que, desde el expolio de la guerra, se había visto obligado a utilizar.

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