domingo, 21 de octubre de 2018

Fin de viaje en Purujosa


         Finalizamos hoy la serie de reportajes que, con las fotografías realizadas por Enrique Lacleta, hemos venido ofreciendo de las localidades de la cuenca alta del Isuela con el dedicado a Purujosa, aunque mañana publicaremos otro sobre una curiosidad encontrada en el recorrido.




         Purujosa, enriscada en lo alto de un monte que, en el pasado estuvo coronado por un castillo, ocupa una estratégica posición en la Raya aragonesa, siendo el primer punto en la defensa de la frontera.




         Precisamente por ello, Jaime I permutó su propiedad, en 1247, con el abad del monasterio de Veruela, hasta entonces señor de ese lugar, con la villa de Bulbuente que pasó así a ser dominio de los monjes cistercienses.

         El historiador D. Ramiro Adiego lo recuerda con una reproducción del pergamino, colocada en la fachada de su casa, una de las muchas que han sido restauradas en esa localidad.




         Porque lo cierto es que el municipio, cuya población había quedado reducida a su mínima expresión, ha renacido merced al impulso de sus antiguos habitantes y de otras personas llegadas hasta allí, cautivadas por la belleza del lugar. Hoy, con sus calles pavimentadas y flores en ellas, ofrece el admirable aspecto que refleja esta imagen con la iglesia parroquial de El Salvador al fondo. A ella se accede por este arco rebajado sobre el que se encuentra, en una hornacina, una imagen de la Virgen del Pilar.



         Testimonio de esta recuperación es el pilar de San Ramón Nonato que, como señalaba Pedro Domínguez Barrios en su obra Pilares votivos, había desaparecido y ahora ha sido rehecho en su antiguo emplazamiento. Antes había restaurado el pilar o pilón de la Virgen de la leche, situado en la confluencia del barranco de la Virgen con el de Cuartún y donde, antaño, los quintos colocaban una vela encendida pidiendo su protección durante el tiempo en que, por realizar el Servicio Militar, iban a permanecer lejos de su localidad.



         Conserva también alguna de las eras, con el característico empedrado que, por esta zona, adopta formas muy variadas, como tuvimos ocasión de estudiar en Trasobares que tiene un conjunto interesantísimo, aunque prácticamente olvidado.




         Purujosa tiene también semáforos, algo poco habitual en poblaciones de tan escaso censo, circunstancia que recabó la atención, en su momento, de los medios de comunicación, por las particulares circunstancias que obligaron a su instalación.

         Dispone, asimismo, de un buen albergue que, desde hace algún tiempo, está sometido a obras de ampliación, cuyo aspecto exterior no sabemos cómo será resuelto.






         El día no era el más propicio para acercarse a otro de los lugares emblemáticos de Purujosa: la ermita de la Virgen de Constantín, pero sí captó la belleza de su entorno natural con algunos de los grandes paredones, a los que acuden numerosos escaladores, y sobre los que sobrevuelan las rapaces.

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