Ayer,
por la mañana nos desplazamos hasta la ermita de Gañarul, en Agón, para
efectuar una modesta contribución a las obras de restauración que están a punto
de comenzar. El perímetro de la misma estaba ya cercado y junto a ella se
acumulaban ya materiales para montar los andamios. Sin embargo, no encontramos
a nadie, lo que nos preocupó inicialmente, dado el alcance de nuestro cometido.
Porque
habíamos transportado hasta allí, un fragmento de uno de los nervios de su
bóveda que, en su momento, se desprendió de ellas, justo al lado de donde ahora
hay un puntal. Desde entonces lo hemos conservado en la Casa de Aguilar y
habíamos hablado con el arquitecto director de las obras para comunicarle esta
circunstancia, lo que agradeció, pues es posible reintegrarlo a su primitivo
emplazamiento.
Pero
el fragmento pesa cerca de una tonelada y nuestras fuerzas son escasas.
Afortunadamente, nos acompañó Mamen Corellano, que dotada de extraordinarios
poderes cargó y descargó la pieza como si se tratara de la pluma de un ave.
Algo realmente extraordinario.
Aprovechamos
la ocasión para dejar constancia gráfica en nuestro archivo del estado de la
ermita, antes del inicio de las obras que han sido adjudicadas a la empresa Nagarán
S. L. de Tarazona.
El
objetivo de las mismas es la consolidación del edificio y la restauración de su
exterior, pero hemos tenido noticias de que también se van a realizar catas en
su interior para comprobar si quedan restos de las pinturas originales. Las
manchas que se advierten en algunas zonas permiten concebir algunas esperanzas,
como ocurrió en la ermita de la Virgen de la Huerta de Fréscano, donde apareció
un importante conjunto de pinturas murales.
También
volvimos a fotografiar ese muro contiguo formado por pilares reaprovechados de
lo que pudo ser un antiguo torreón, algo que sorprendió a un distinguido
especialista en esta materia, cuando uno de nuestros jóvenes investigadores
incluyó la noticia de este supuesto torreón de Gañarul, en su trabajo de fin de
Grado.
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