Desde que, en 1999, fuera restaurada la Casa de Aguilar su fachada cuenta con la iluminación exterior de cuatro focos conectados al alumbrado público, dos en la parte inferior y otros dos sobre el tejado lateral. En enero pasado dejó de funcionar uno de los superiores; dimos cuenta de ello y tras ser revisada la avería por los encargados de esa cuestión, anunciaron que regresarían aunque no dijeron cuándo. Siete meses después se han fundido los dos focos inferiores y tan sólo se mantiene en servicio uno.
No sabemos si ello ha influido para que, en una casa contigua, hayan instalado en su fachada unas pequeñas lámparas fotovoltáicas, dotadas de sensores, que se encienden al paso de los peatones. Es posible que hayan querido sumarse a ese objetivo de utilización de energías renovables. La iniciativa merece ser destacada pues si cada vecino hiciera lo mismo podríamos prescindir el alumbrado público y el recorrido nocturno por las calles ofrecería un sugestivo espectáculo de luminarias encendiéndose y apagándose. Todo ello mejor que permanecer en la penumbra permanente, como ocurre con ese espacio “de diseño” en la calle de San Bartolomé sin iluminación nocturna desde hace tiempo.
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