Desde que la Imprenta Sancho transformó sus nuevas instalaciones en una auténtica librería, gracias a la acertada gestión de sus responsables es posible encontrar en sus escaparates y en el interior del establecimiento libros interesantes que nos habían pasado desapercibidos.
Ha sido nos ha ocurrido en una visita
reciente, donde pudimos conseguir una obra editada por Prames el pasado año que
nos ha parecido de extraordinario interés. Se trata de la que lleva por título Vida
y señales de los micromamíferos ibéricos, de la que es autor José Vicente
Turón Artigas que ya, en 2010, había publicado Huellas y señales de los
micromamíferos ibéricos.
La nueva obra de 334 páginas y más de
mil ilustraciones es fruto de un minucioso trabajo de investigación sobre el
terreno que ofrece multitud de datos sobre la vida y los hábitats de las diferentes
especies estudiadas, divididas en insectívoros, roedores murinos, roedores
arvicolinos y roedores glirinos-leitinos, precedida por más de 100 páginas de
datos generales.
La oportunidad de las fotografías que
se insertan y la calidad de los dibujos y esquemas que acompañan al texto hacen
de este libro una guía imprescindible para todos aquellos que quieran identificar
en el medio natural, tanto las huellas como los rastros o señales que delatan
la presencia de estos pequeños mamíferos que conviven con nosotros.
José Luis Acín es un autor bien
conocido que ha escrito mucho sobre el Alto Aragón pero, en 2017, trató sobre Los
pueblos olvidados. Deshabitados de la provincia de Zaragoza. Con frecuencia
al pensar en localidades hace tiempo “perdidas” se suele pensar en las ubicadas
en tierras oscenses. Sin embargo, en este libro se dan a conocer 17 despoblados
zaragozanos, aunque podían haberse incluido algunos más.
La despoblación es causa de preocupación
reciente, pero ya en 2016 la Diputación Provincial de Zaragoza organizó una exposición
itinerante que llevaba el título de “Los pueblos olvidados. Deshabitados de la
provincia de Zaragoza” de la que surgió la publicación que estamos comentando.
Por lo que respecta a nuestra zona, no
podemos olvidar a Gañarul que también fue un núcleo habitado aunque, por
diversas circunstancias, no llegó a ser municipio independiente. Los esqueletos
de sus casas constituyen un mudo testimonio de ese pasado del que únicamente se
ha salvado su antigua iglesia parroquial, recientemente restaurada. Pero,
cabría reflexionar sobre esas otras localidades de nuestra propia zona en las
que, por el escaso número de sus habitantes corren el peligro de unirse, más o
menos pronto, a esos despoblados. Todavía nos puede parecer remoto, pero el
alarmante descenso de su demografía no hace concebir muchas esperanzas.
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