En
diversas ocasiones nos hemos ocupado de ese edificio, situado frente al pórtico
de la colegiata de Santa María, atribuyéndole distintos orígenes que se han
revelado equivocados. En todos los casos, nos basamos en datos documentales que
no fueron correctamente interpretados. A partir de una información procedente
del Archivo de Protocolos Notariales en la que se indicaba que, durante las
obras de reforma efectuadas en la casa de los Coloma, se produjo un accidente
que afectó a un niño que jugaba en la plaza de Santa María, creímos que ese era
el solar de esta importante familia borjana y, de hecho, sobre la fachada que
da a la calle de San Juan existe una lápida, en recuerdo de D. Juan de Coloma,
que se descubrió con motivo de las conmemoraciones del V Centenario de América,
por ser el signatario de las capitulaciones de Santa Fe, en nombre de los Reyes
Católicos.
Posteriormente,
cuando Dª Pilar Pérez Viñuales dio a conocer un documento por el que el rey
Juan II otorgaba licencia, el 26 de noviembre de 1460, a Andalla Benamir y su
mujer Exenca, dos musulmanes borjanos, para levantar “una casa fuert, a forma
de torre, con sus sayeteras e menas bien adrecada” en la Morería, junto al muro
de la ciudad, se pensó que este edificio podría corresponder a la referida
torre. La hipótesis planteaba algunos problemas, entre ellos el que no
estuviera situada en la Morería, sino en el interior del recinto murado y, por
otra parte, resultaba llamativo el hecho de que unos musulmanes pudieran
levantar, en la segunda mitad del siglo XV, una torre de sillares, de indudable
prestancia.
Ahora,
con motivo de las obras que se están realizando en el edificio, hemos podido
estudiarlo con más detalle y realizar nuevas fotografías que, como es habitual,
han corrido a cargo de Enrique Lacleta. Todo ello ha obligado a revisar lo que,
hasta ahora, se había publicado, poniendo de manifiesto la importancia de un
complejo arquitectónico que puede ser considerado del mayor interés para Borja
e, incluso, dentro del Patrimonio Cultural aragonés.
En primer
lugar, lo más llamativo es esa espectacular sala, situada en la planta inferior
de la torre, cubierta con bóveda de medio cañón que, en su centro, alcanza los
cinco metros de altura. En la actualidad, está dividida por un muro de
mampostería que impide la visión completa de toda ella.
En
los sillares aparecen marcas de cantero, aunque únicamente en los que forman la
bóveda, pero no en los muros laterales.
La
sala no tiene comunicación con las plantas superiores. El acceso se realizaba a
través de una puerta situada en uno de sus testeros, actualmente tapiada.
Esa
puerta está flanqueada por dos espacios, bien labrados que, en su parte central
tienen unas muescas para insertar una balda de madera (de la que quedan
restos), de manera que hay que pensar en que estuvieron concebidos para servir
de alacena.
Respecto
al torreón levantado sobre dicha sala se ha podido constatar que, hasta la
última planta, se conservan los sillares, enfoscados en la mayor parte del
mismo y la ausencia de vanos originales e, incluso, de saeteras. En la
fotografía anterior se aprecia el arranque de la puerta que permitía el acceso
desde la calle de San Juan, de cuya existencia ya se tenía conocimiento.
Sin
embargo, ha aparecido esta otra que plantea indudables problemas, debido a la
altura en que se encuentra situada. En principio, hay que pensar en la
comunicación con un edificio contiguo que no se ha conservado.
Porque
la casa contigua es posterior, aunque en ella llaman la atención los sillares almohadillados
de su parte inferior que, hasta ahora, se consideraba que eran reaprovechados y
de posible origen islámico.
A
la vista de lo expuesto, se hace necesario reinterpretar el origen y la función
de estas construcciones. Desde luego, hay que descartar su identificación con
el torreón de los Benamir, pues nos encontramos ante una obra muy anterior.
Alberto
Aguilera, que ha estudiado los libros de la Primicia de Santa María, ha
encontrado numerosas referencias a la casa abacial y al almacén de la primicia,
existente en ese lugar. Continuaban en uso en el siglo XIX, pues existe
constancia de su reparación, tras el incendio provocado durante la invasión
francesa en la Guerra de la Independencia. A esta función ya habían hecho
referencia Bressel, Lomba y Marco en su obra Borja. Arquitectura y evolución urbana y, por el momento, parece la
hipótesis más razonable.
En
cualquier caso, quedan numerosos interrogantes por resolver, entre ellos el del
momento de su construcción y el de su propia ubicación. Sin duda, hay que
relacionarla con Santa María, aunque es prematuro pronunciarnos sobre un
monumento que, por su extraordinario interés requiere un estudio mucho más
profundo, limitándonos por el momento a llamar la atención sobre la importancia
del mismo ya que se trata de la edificación más antigua conservada en nuestra
ciudad.
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