La
imagen más antigua de la Virgen que se conserva en nuestra ciudad es la llamada
“Virgen del Coro” del convento de Santa Clara. Procede del convento de Nuestra
Señora de Jesús de Zaragoza y fue traída a Borja por las madres fundadoras que
la recibieron del ministro provincial fray Juan Carilllo.
Desde el punto de vista
iconográfico responde al tipo de María sedente sobre un trono con molduras
laterales. En su mano izquierda sostiene al Niño, que aparece sentado en su
regazo, mientras que con el derecho porta un objeto esférico que puede ser la
bola del mundo o una manzana, en alusión a su papel de nueva Eva en la historia
de la Salvación.
La Virgen se muestra
sin velo, con el pelo liso peinado con guedejas que caen sobre sus hombros.
Viste túnica blanca con los ribetes de los brazos y del escote dorados y rojos,
ceñida a la cadera con un cinturón de éstos últimos colores. Sobre ella una
manto azul verdoso cae sobre los hombros en amplia curva por el lado derecho
hacia el regazo, cubriendo el brazo izquierdo. Desde ahí desciende hacia los
pies en pliegues verticales y ondulados que dejan ver parte de la túnica y de
los zapatos.
El Niño, originalmente,
aparecía sin corona. En la mano izquierda lleva
la bola del mundo, como símbolo de su poder mayestático sobre toda la
creación y levanta la derecha en actitud de bendecir. Viste túnica del mismo
color que la de su madre, con las mangas rojas y doradas, ceñida al cuerpo
mediante un cíngulo de estos colores.
Es un claro ejemplo de
producción popular arcaizante que situamos cronológicamente en la segunda mitad
del siglo XV. El autor no renunció a los tradicionales símbolos y mantuvo la
continuidad tipológica con las imágenes románicas, aunque le hizo perder la
excesiva frontalidad y el hieratismo propio de esas tallas para acentuar, por
el contrario, sus rasgos maternales y dotar a los rostros de una cierta dulzura
en sus expresiones, especialmente el del Niño, que muestra una ligera sonrisa.
Desde su llegada
Borja recibió culto en el coro alto del convento, siendo objeto de
especial atención por parte de las religiosas que le regalaron coronas,
cintillos de oro y, especialmente, mantos. Para su cuidado la comunidad
nombraba a dos camareras y, recientemente,
se ha recuperado la costumbre de proceder a la elección de las abadesas ante la
imagen.
Hacia 1714 se realizó
el retablo hornacina donde se venera en la actualidad, colocando allí los
objetos más preciados por la comunidad, especialmente diversas reliquias.
En
el transcurso del tiempo, la imagen había sido objeto de diversos repintes por
lo que, recientemente, fue restaurada por Dª Pilar Bea, Directora de la Escuela
Superior de Restauración de Huesca, recuperando la policromía original. Por
otra parte, el escultor D. Carlos Arrabal ha realizado una copia reducida de la
misma con los moldes para facilitar su reproducción, que ha donado a la
comunidad con el propósito de que puedan ser ofertadas en el museo que se
inaugurará próximamente.
La “Virgen del Coro” de
Borja es citada por el padre Roque Alberto Faci en el segundo tomo de su obra Aragón Reino de Cristo y dote de María
Santísima, publicado en 1750, haciendo referencia a algunos prodigios que
se le atribuían. Según refiere el P. Faci, en una ocasión la imagen le dijo a
una religiosa “Yo soy la flor del campo” y, en 1731, fue llevada a la celda de
una religiosa moribunda recuperando inmediatamente la salud. Por otra parte, se
afirmaba que, durante la Semana Santa, se observaban unos cambios sorprendentes
en su rostro, con señales de sufrimiento que cesaban el Domingo de Pascua.
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